EDITORIAL EL MUNDO – 07/10/16
· Ha tenido que llegar una situación límite en el socialismo para que estallara la tensión sostenida en el tiempo entre el PSOE y el PSC. La espoleta ha sido la crisis generada por los barones al derribar a Pedro Sánchez de la secretaría general, que desembocó en el vergonzoso episodio del Comité Federal del sábado pasado. Sánchez tenía avanzados los acuerdos para la formación de un «Gobierno alternativo» con Podemos y los separatistas y a espaldas de la dirección del PSOE.
Cuando Sánchez comunicó a la opinión pública su dimisión, repitió que tenía el mandato del Comité Federal de «no permitir el Gobierno de Rajoy», pero en esa comparecencia no se refirió a que la dirección socialista también le había dicho que no podía apoyarse en los independentistas catalanes para lograr la investidura. No lo mencionó porque los necesitaba, y los quería, para alcanzar el Gobierno. El PSC iba a resultar clave para atraerse a Junts pel Sí y por eso Miquel Iceta, secretario general de los socialistas catalanes, ha sido el barón que con más contundencia ha defendido a Sánchez. Se entiende ahora aquel «¡Pedro mantente firme, líbranos de Rajoy y del PP», de un sobreactuado Iceta en la jornada de reflexión de las elecciones vascas y gallegas.
El PSC tiene –ha tenido desde el principio– un alma independentista y otra constitucionalista. Sánchez se alió con la primera para ganarse a Junts pel Sí e intentar llegar al Gobierno y lo hizo a la espalda de la cúpula del PSOE. Algo que los dirigentes del partido en el resto de España no podían permitir. Ahora, lejos de amainar tras la salida de Sánchez, el conflicto entre el PSOE y el PSC puede recrudecerse en los próximos días si ambas facciones mantienen sus posiciones. Y no parece que vaya a ser así.
Los socialistas catalanes presentaron ayer en el Parlament una propuesta que rebasa con mucho los postulados del PSOE respecto a la configuración territorial del Estado. El documento difiere de medio a medio de la Declaración de Granada de 2013, firmada también por el PSC, que resume la doctrina oficial socialista sobre la territorialidad de España. Era parte del acuerdo con Puigdemont a cambio de ese apoyo a la investidura de Pedro Sánchez.
El texto defiende un «pacto constituyente» que tenga como objetivo la creación de «un Estado federal integrado por diversos entes federados que adoptarán la denominación e instituciones que prefieran». La propuesta sitúa al mismo nivel al Estado central y a los «entes» autónomos a la hora de la resolución de conflictos y pide que en una futura Constitución se reconozcan «las opciones políticas y legislativas propias de cada uno de los entes federados». Para Cataluña, los socialistas quieren que quede constancia de que los «derechos históricos son el fundamento de su autogobierno». Todo este proceso debería concluir con la convocatoria de un referéndum en todo el país.
Javier Fernández, presidente de la gestora y máxima autoridad ahora del partido, fue ayer muy claro en su respuesta a la propuesta del PSC: «Yo estoy en Granada y el partido está en Granada». Sugirió así que las seculares grietas que existen en la relación entre el PSC y el PSOE continúan agrandándose. Y lo harán aún más si, como ayer mismo manifestaron distintos dirigentes de los socialistas catalanes, los diputados del partido no obedecerán las instrucciones del Comité Federal si éste decide abstenerse y conceder la investidura a Rajoy.
El tensionamiento de las relaciones entre el PSC y el PSOE es el gran daño colateral de la crisis socialista. El Partit dels Socialites de Catalunya nace de la unión de distintas formaciones de izquierda –una encabezada por Joan Reventós y Raimon Obiols y otra por Josep Pallach– que se unieron a la federación catalana del PSOE. Desde entonces, han convivido en su seno dos concepciones, una nacionalista y otra centralista.
La primera fue derivando hacia posturas cada vez más radicales, que se manifestaron claramente en los gobiernos tripartitos –con ERC y la izquierda radical– de Pascual Maragall y de José Montilla. Aunque en ese tiempo el PSC ha ido perdiendo peso en la política catalana –de los 52 diputados que obtuvo Maragall en 1999 a los 16 de Iceta en 2015–, el alma soberanista se ha consolidado frente a la concepción integradora del Estado. El sábado, Iceta y Núria Parlon, partidaria del derecho a decidir, se disputan la secretaría general del partido. Gane quien gane, todo indica que el PSOE seguirá teniendo un grave problema con el PSC.
EDITORIAL EL MUNDO – 07/10/16