Iñaki Ezkerra-El Correo
El independentismo catalán busca la similitud con ETA al igualar la negociación con la de Argel y exigir un mediador
«La culpa es de Carmen Calvo». Ésta es la consigna de consumo interno que suena en Ferraz y en la Moncloa desde la gloriosa intervención de 63 interminables minutos que tuvo la vice explicándonos lo que es un relator, o sea algo que ni ella misma tiene claro a juzgar por las vueltas que le dio al vocablo, como si asistiera a un concurso de Pasapalabra o de acertijos: «Un organizador, un coordinador…», ¡la gallina! Del miedo al relato hemos pasado al pánico a la ‘relata’, o sea al doble latazo de oír explicar de forma farragosa lo que ya habíamos entendido a la primera: Torra había pedido a los Reyes Magos un mediador y una espada de verdad para jugar al Capitán Trueno, pero Sánchez le había comprado una espada de plástico y un relator, que era como un mediador de juguete. Luego apareció ‘la relatora del relator’, y voló todo por los aires: las conversaciones, las negociaciones, los Presupuestos y la propia legislatura, que está muerta por más que Sánchez la estire.
No. Yo no creo que Sánchez planeara la traición a España. Vamos a dejar de hablar como los de Vox. Lo que planeaba es tomar el pelo el secesionismo catalán como lo hizo en 2006 Zapatero prometiéndole lo que no podía prometerle -el Estatut- para sacar en los comicios de 2008 el millón de votos que le permitiera apuntalarse en la Moncloa. Sánchez ha querido reeditar esa maniobra: sacar adelante los Presupuestos para mantenerse hasta 2020 en el poder y después ganar las próximas generales. Lo que pasa es que esos juegos de magia con las propias instituciones, salgan bien o mal, siempre tienen graves consecuencias. No hace falta que llegue el Apocalipsis para lograr ser desdichados. No es preciso que se rompa España para llegar a una situación de lamentable deterioro, que es a lo que nos conduce esa política de la debilidad y la trampa, como nos condujo la de Zapatero. Por esa razón la convocatoria de elecciones era necesaria antes de este fin de semana de la bronca. Y por esa razón es urgente después de este fin de semana.
El independentismo catalán ha cambiado de baraja. Hasta ahora siempre había puesto el grito en el cielo cuando alguien se atrevía a compararlo lejanamente con el independentismo de ETA. Sin embargo, es él mismo el que ahora ha buscado no ya la comparación sino la similitud con la banda terrorista al igualar la negociación que reclamaba al Gobierno con las conversaciones de Argelia y exigir un mediador, que es tanto como explicitar el carácter violento de su desafío al Estado y plantear el ‘procés’ como un proceso de paz. La comparación no la ha hecho ninguna voz exaltada de la derecha española sino Pere Aragonés, vicepresidente de la Generalitat. La relatora ha dicho que dar vueltas a la figura del relator «es fijarse en el dedo y no en la Luna». Buena frase para el final de una legislatura, en efecto, lunática.