EL MUNDO – 07/10/15 – CASIMIRO GARCÍA-ABADILLO
· Convergència aceptaría grandes concesiones a la extrema izquierda de la CUP para investir al ‘president’.
Tic-tac, tic-tac… Implacable, amenazador, como lo fue el mensaje dePablo Iglesias a Rajoy, el tiempo corre en contra de un Artur Mas que, pasados 10 días desde el 27-S, aún no ha podido formar Gobierno y anda vistiéndose de lagarterana para que la CUP le conceda el carné de burgués reconvertido. El acuerdo para investir a Mas como presidente de la Generalitat se va a producir. Ése es el consenso entre los pesos pesados de Convergència.
Sobre todo, afirman en Convergència, «porque el no acuerdo nos lleva a una situación mucho peor, que implicaría la búsqueda de otra alternativa que no deseamos».
El calendario catalán está lleno de fechas históricas. El 11 de septiembre, el 15 de octubre y, para rematar, el 9 de noviembre, día en que se conmemora el primer aniversario del referéndum farsa sobre la independencia y en el que vence el plazo para la investidura.
Aunque las fuentes consultadas no descartan que el acuerdo se anuncie incluso antes, todo hace pensar que, conociendo el gusto por las efemérides de los personajes en liza, el suspense sobre quién ocupara la Casa dels Canonges se mantenga hasta el último momento.
Ahora bien, ¿cuáles son las cesiones que tendrá que hacer Convergència para obtener el nihil obstat de los antisistema? «Nos encaminamos», dice un líder convergente, «hacia un pronunciamiento exótico». Y se explica: «Mas será el presidente ejecutivo para preservar la legalidad del Gobierno, pero habrá algún tipo de declaración que evidencie que vamos hacia la república catalana. Hasta es probable que se designe a un presidente de la república nominal, sin poderes, para remarcar el paso histórico que se está dando tras las elecciones. En ese sentido hay que entender la propuesta de la CUP de una Presidencia coral o rotatoria. Baños no se va a contentar con cualquier cosa porque es consciente de su fuerza».
El coste, desde el punto de vista de la imagen, será muy alto para la Generalitat, que se situará, de hecho, como un contrapoder frente al Estado, al que probablemente negará determinadas competencias, como su capacidad para dictar normas sobre educación.
Mientras que el equipo negociador de Mas pergeña la recompensa que la CUP obtendrá por permitir su investidura, ¿qué hace Oriol Junqueras? No piensen ni por un momento que el jefe de ERC está poniendo de su parte para lubricar las conversaciones. No. Junqueras espera con calma el desarrollo de los acontecimientos. El descarrilamiento del pacto con la CUP (no descartable, aunque poco probable) le abriría las puertas a ser el hombre de consenso, la figura indiscutible para la definitiva etapa de ruptura con España.
Como ya saben, Mas y Junqueras no se fían un pelo el uno del otro, y por ello, los miembros de Convergència en Junts pel Sí (JPS) insisten en que o el president repite o se rompe la coalición.
Junqueras –al que la alianza con Convergència no le entusiasmaba– se ha convertido en su máximo defensor de cara a las generales. Si Mas es investido, él podría ser el cabeza de lista a las generales, en las que JPS podría obtener más de 20 escaños. ¡Cómo disfrutaría Junqueras anunciando desde la tribuna del Congreso la independencia de Cataluña!
La CUP no tiene previsto presentarse a las generales; al fin y al cabo, para este grupo España es otro país. ¿Dónde irán sus votos? Si JPS se presenta con un programa suficientemente izquierdista, muchos antisistema le darían su apoyo.
Lo que está ocurriendo en la política catalana realmente no tiene parangón. La burguesía se ha puesto de rodillas ante los revolucionarios en virtud del pacto por la independencia. Seguramente esperan que, una vez conseguido el objetivo, llegará el momento de poner las cosas en su sitio. Pero tal vez entonces sea demasiado tarde.
«Convergència», dice un político catalán de larga experiencia, «es ya un partido independentista, tanto como ERC». «Lo que no es», añade, «es un partido de izquierdas, entre otras razones porque hay una parte de su electorado formado por pequeños y medianos empresarios que no aceptarían una reubicación ideológica».
Alguna persona de relieve en la dirección de Convergència tiene ya previsto anunciar su salida del partido si el pacto con la CUP se concreta en los términos apuntados. «No se va a producir una salida masiva de gente», dice uno de los concernidos, «pero al igual que yo, otros se marcharán si, de aquí a las generales, Convergència no mantiene su identidad como partido liberal y centrista».
Mas ya ha conseguido lo que parecía casi imposible: la ruptura de CiU, una coalición que ha jugado un papel clave en la política española durante los últimos 40 años. Ahora está a punto de provocar en el seno de Convergència un cisma que llevaría al partido creado por Jordi Pujol a su práctica desaparición.
EL MUNDO – 07/10/15 – CASIMIRO GARCÍA-ABADILLO