Estefanía Molina-El Confidencial
- El mantra sobre «república plurinacional y solidaria» de Pablo Iglesias se ha convertido ya en el nuevo constructo populista de Podemos
El mantra sobre «república plurinacional y solidaria» de Pablo Iglesias se ha convertido ya en el nuevo constructo populista de Podemos, es decir, la recreación de un nuevo relato, el punto de fuga que blandir ante el malestar de los ciudadanos si viniera una eventual grave crisis económica, como otrora fueron aquellas apelaciones del partido morado a las «élites» o la «casta». Sin embargo, el giro oportunista de los morados tiene un tope en el apoyo institucional del PSOE a la Corona, que es quien tiene el poder real en el Gobierno. A todo ello se le suma una semana negra para los socios del bloque antimonárquico —varapalos judiciales a Bildu y Esquerra Republicana—a la par que calma mediática al conocerse la noticia de que el monarca Juan Carlos I no volverá a España en Navidades.
De un lado, Podemos ha encontrado en esa apelación a la «república» el significante vacío que necesitaba para sacudirse el malestar contra el Gobierno, si vinieran mal dadas —como expliqué la semana anterior—. Esto es, una «república» inalcanzable como la salida utópica y fantasiosa a todos los males de la calle. De hecho, la técnica ya fue usada con anterioridad por el independentismo catalán. Pero en el caso de los morados entronca con el hecho de haber caído en el descrédito con aquello de que ellos eran la «gente» —tras la compra del chalé de Galapagar— o con haber batido a su adversario, echando a Mariano Rajoy de la Moncloa. Así pues, el nuevo tema de la formación no es ya la clase política, sino que ha ido mutando hacia sus críticas a la jefatura del Estado, que no había sido una cuestión que priorizaran tanto anteriormente a 2018 pese a su sentimiento republicano.
Si bien, la prueba de fuego del Gobierno de coalición será este 2021, que permitirá medir el impacto real de la pandemia en la economía cuando la población esté vacunada. El choque entre la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, e Iglesias en los pasillos del Congreso esta semana empieza a preconizar lo que podría ocurrir si España no remonta. Probablemente, que Podemos eche la culpa a los ministros tecnócratas del PSOE de no querer subir los salarios mínimos o de no querer tocar la reforma laboral. Sánchez tiene el poder real, pero Iglesias le atenaza con el relato.
Lo llamativo es que, hasta no hace mucho, Iglesias afirmaba que la Constitución del 78 era la forma de evitar que Vox lograse imponer su agenda. En noviembre de 2019 el líder morado llegó a considerar la Carta Magna como la «mejor vacuna y el mejor cinturón de seguridad para proteger a las mayorías sociales del auge de la extrema derecha», en relación con los derechos sociales.
Sin embargo, un año después solo ha cambiado el intento de diferenciarse dentro de la coalición gobernante y las informaciones sobre el monarca Juan Carlos I —la última, su regularización fiscal—. Asimismo, blandiendo la idea de la república, Podemos asesta un golpe a los socialistas, que tienen una parte de las bases republicanas. Pasa que el PSOE se mantiene desde siempre en su lugar de respeto institucional respecto a la Corona. El exdirigente Alfredo Pérez Rubalcaba encarriló a los socialistas a apoyar la Ley de Abdicación en 2014, y es común que el PSOE vote en contra de comisiones de investigación en el Congreso, porque estas comisiones parlamentarias se han convertido ya en meros ‘shows’ de los partidos.
Si bien Sánchez preside el Gobierno en un mandato en que se ha hecho evidente la distancia de la institución actual respecto del emérito —como explicó aquí José Antonio Zarzalejos—, hasta la fecha, Felipe VI ha retirado la asignación al emérito, ha renunciado de forma simbólica a su fortuna y ha marcado distancia con varios miembros de su familia. Es de esperar que no se sepa hasta el día de Nochebuena si Felipe VI hará alguna sutil referencia a la situación de su padre en su discurso de Navidad. La vicepresidenta Carmen Calvo no lo aclaró en ‘Al Rojo Vivo’ este viernes, aunque expresó que el actual Rey sabía «lo que demandaban los ciudadanos» y que estaba «absolutamente convencida» de que «lanzaría un mensaje de rigor y tranquilidad».
Con todo, la realidad es que la presencia de Podemos en el Ejecutivo no ha alterado nada relativo a la jefatura del Estado. Por ejemplo, hasta la fecha su propio Gobierno no ha retirado la condición de rey a Juan Carlos I, que solo requeriría de un decreto gubernamental. Es decir, que las aspiraciones republicanas podemitas son solo deseos, porque 35 escaños no dan ni para una proposición de ley, todavía menos para una reforma de la Constitución. Tampoco serían suficientes ahí los escaños de los partidos plurinacionales, con un total de 63 diputados. La mayoría estaría tan lejos de todo ello que incluso, sumándose el PSOE —que no ocurrirá—, seguiría haciendo falta el Partido Popular.
Asimismo, la semana también ha golpeado la fortaleza del bloque plurinacional antimonárquico. El dirigente de Bildu, Arnaldo Otegi, volverá a ser juzgado por el caso Betaragune. Esquerra Republicana, por su cuenta, ha recibido un varapalo judicial con la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña sobre la obligatoriedad de un 25% de castellano. Es improbable que la Ley Celaá, que elimina la condición de vehicular, pueda corregir esa sentencia de forma sustancial. El propio TSJC se ampara en la sentencia 31/2010 del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, donde se establece la obligación de dar una proporción al castellano dentro de la escolarización en catalán. La decisión judicial sería de aplicación más allá de una ley concreta; y por mucho que ERC recurriera, no es de esperar que el Supremo le dé la razón.
Aunque si pierde, Esquerra apelará a su último giro de relato, afirmando que esto es cosa de una presunta «derecha judicial», puesto que así le conviene en su maniobra para triangular el frente de izquierdas fraternas y devolver al independentismo a los foros multilaterales del Estado —como expliqué—. Pero llamativo es que el ministerio de Celaá podría haberse retirado de esa causa antes de la sentencia y no lo hizo. Será que Sánchez sabe que puede llevarse sus votos, pero la «república» que blanden Iglesias y los socios plurinacionales no va a ningún lado.