La resaca del odio

LUIS VENTOSO – ABC – 21/01/16

· Un Gobierno de Sánchez, legal pero ilegítimo, sembrará una gangrena social.

En 1996, González perdió frente a Aznar por solo 290.328 votos y se quedó a 15 escaños. En diciembre, Sánchez perdió contra Rajoy por 1,7 millones de votos y se quedó a 33 escaños. Por supuesto a González, hoy un errático hombre de Estado intermitente, no se le ocurrió intentar una coalición alternativa, sino que reconoció la legitimidad de Aznar, pese al repelús mutuo. González no hacía más que observar una norma democrática no escrita: La Moncloa era para el candidato más votado.

La democracia española en 1996 no olía a agua de colonia. Había tanta mugre como ahora: el jefe de la Guardia Civil forrado y a la fuga; el PSOE pringado en la financiación ilegal con Filesa y el caso Seat; el presidente socialista de Navarra acabó en la cárcel; el gobernador del Banco de España, también; mordidas en las comisiones del AVE, se chorizaba hasta en el papel del BOE. Tampoco era trigo limpio la oposición (caso Naseiro). Y lo peor: hubo terrorismo de Estado. Además González, como todos sus predecesores y sucesores (excepto Rajoy), había hecho concesiones a los nacionalistas, que facilitaron la insumisión actual.

Pero en aquel patio de Monipodio había cosas que funcionaban, columnas de la Transición que aportaban certidumbre. El separatismo era inasumible, ni siquiera Pujol se atrevía a insinuarlo, y PSOE y PP pagaban con sangre y heroísmo su defensa de España frente al terrorismo independentista. Los rencores de la Guerra Civil se habían enterrado en un pacto de olvido. La figura del Jefe de Estado imponía respeto y era un árbitro casi intocable. González había limpiado al PSOE de toda veleidad marxista y no quería saber nada con los comunistas. Su PSOE era un partido «nacionalista español», como bien acertó a definirlo «The New York Times». La televisión era tendenciosa, pero no habían aparecido las cadenas comerciales de combate ideológico.

Zapatero (y Rubalcaba) demuelen ese delicado edificio. Rompen la lealtad mutua contra el terrorismo, al utilizar el dolor del más terrible atentado como munición electoral. Reabren las heridas de la Guerra Civil, incluso con una ley. Declaran al PP un partido ilegítimo –franquista– e intentan acordonarlo. Se abre el pimpampum contra el Rey Juan Carlos. Gobiernan en Galicia y Cataluña con los separatistas y su pusilanimidad sobre la unidad de España opera como un oleoducto de Red Bull que da alas a los sediciosos catalanes.

Mediocre, egoísta y obcecado, Sánchez no es más que la perversión zapaterista llevada al extremo. Burla el principio de dejar La Moncloa a quien ganó. Odia al PP y a sus electores, con una inquina intolerante de asomos casi patológicos. Se servirá para gobernar de quienes mantienen una sublevación contra España y se coaligará con un partido marxista y utópico, apadrinado por dos dictaduras. Todo tras firmar el mayor descalabro electoral del PSOE. Su Gobierno sería (será) legal; pero ilegítimo, porque suplanta la preferencia mayoritaria de los españoles, que son las posiciones de centro-derecha y centro-izquierda respetuosas con el orden constitucional. Sánchez e Iglesias estigmatizan y desprecian a quienes no piensan como ellos. Peligrosísima herida. La simiente de una gangrena social.

LUIS VENTOSO – ABC – 21/01/16