Análisis, LA RAZÓN, 28/5/12
Faltaban unos minutos para las cuatro de la tarde y descolgué el teléfono. Era un número no identificado y el que me habló, al que, por supuesto, conozco, me dijo: «Sólo te llamo para dar la enhorabuena a LA RAZÓN, que durante estos meses ha mantenido, respecto de ETA, una teoría, que las detenciones de hoy confirman en todos sus términos». Y colgó. No cuento esto para que se valore el trabajo que hacemos en este periódico (es nuestra obligación), sino para que aquellos que se obstinan en dar a ETA por muerta y enterrada y que, por los puestos que ocupan, pueden influir en personas importantes, dediquen algunos minutos a la reflexión.
O si la idea no les parece bien, que contesten a esta pregunta: ¿para que capta nuevos miembros una organización criminal que ha decidido cesar definitivamente sus actividades terroristas? La teoría del mantenimiento, «latente», «patente», «durmiente», o el «ente» que se les ocurra, no se sostiene, cuando alguien «ficha» a nuevos pistoleros, salvo que lo haga, algo impensable, para aumentar el número de presos, a los que después poder trasladar a cárceles del País Vasco y Navarra, por aquello de que por fin «hemos ganado». Hace ya varios comunicados, tanto de la banda como de su brazo político, en los que se demuestra la impaciencia de los terroristas y los que les apoyan, para que se cumplan los compromisos que otros (no el Partido Popular) alcanzaron a cambio de un cese ficticio de actividades y con claros fines electorales.
Como, con buen criterio, no se cede ante sus pretensiones y, además, con gran generosidad (que no valora), se les ofrecen salidas personales para los presos que renuncien al terrorismo, pues se dedican a lo de todas las treguas o alto el fuego, o como se le quiera llamar según la estrategia de cada momento: a reorganizar las estructuras en Francia.
El Ministerio del Interior, a través de la Comisaría General de Información de la Policía, ha puesto al descubierto los siniestros planes etarras que, nadie albergue la más mínima duda, tienen como finalidad presionar a los gobiernos de Francia y España para se sienten a la mesa de negociaciones: por las buenas, o por las malas.
La respuesta no puede ser otra que la que recibieron ayer en un pequeño pueblo del sur de Francia.
Análisis, LA RAZÓN, 28/5/12