ABC 30/04/13
PEDRO GOMEZ DE LA SERNA
Adelanto que soy conservador. Como soy conservador, detesto las revoluciones políticas: creo en la capacidad de evolución de las sociedades, en la decantación histórica de las reformas, en la capacidad del hombre para mejorar y edificar sobre lo ya construido. Toda revolución es una sangría innecesaria y una compuerta abierta para la generalización de la ignominia, la mentira y el odio. La revolución francesa, la revolución rusa, el nazismo (que fue una revolución estatista) no han sido sino traumas colectivos plagados de asesinatos con sustitución violenta de unas élites por otras. La revolución francesa terminó en dictadura napoleónica y arrasó Europa. La rusa, en el crimen estalinista, y la nazi en el exterminio como solución. El mayor enemigo de los derecho humanos es la revolución (ya sé, ya sé que la Declaración de Derechos fue la gran coartada para el asesinato de tantos…pero no reconozco legitimidad de vanguardia política alguna porque sería tanto como reconocer que unos tienen más derechos que otros).
Como soy conservador, confío más en las personas que en las ideas y sé que una democracia es un régimen imperfecto, pero ahí está su más grande cualidad: un proyecto político perfecto es la antesala segura del infierno.
Sé también que una democracia es un régimen de opinión, y es por tanto el único sistema que garantiza la libertad porque la necesita para subsistir, en la misma medida en que necesita a la verdad. Como es un régimen de opinión, hay que combatir la mentira para que los nuevos inquisidores y los savonarolas de quinta fracasen en su propósito de destruir la concordia. Hay oscuras golondrinas que cíclicamente se empeñan en volver y que rebotan una y otra vez contra el cristal de la historia.
Jean Francoise Revel decía, en uno de los libros más provocadores sobre la política contemporánea, que la primera de las fuerzas que mueve el mundo es la mentira. La mentira como arma política. Como estrategia para el derrumbe de la convivencia. Como arma poderosa en manos de los linchadores. La mentira, como camino hacia la ignominia, el odio y finalmente el crimen. Es decir, como camino hacia la revolución.
Lo que nos está pasando es que hay quienes quieren emprender de nuevo esa andadura.
Reaparecen con la piel de cordero de las buenas causas los mismos lobos que ya prometieron antaño el paraíso. Rodean la representación de la soberanía nacional (están con ello rodeando a todos y cada uno de los representados), denostan las Instituciones del Estado, ponen en circulación a través de internet (que es la mejor manera de circular impunemente una mentira) falsedades sobre la política, piden la supresión de la Corona, de las Fuerzas Armadas, de la Iglesia, acuden a actos de apoyo a los terroristas (que son la vanguardia del odio) y han recuperado el desprecio hacia el otro como instrumento de movilización.
A rio revuelto, ganancia de pescadores. Porque no hay que olvidar que los tontos útiles, en España, son últimamente legión. En el intento de demolición del sistema, hay quien ha saltado al ruedo pidiendo protagonismo, quizás por interés económico, político o social, qué se yo, pero uno no entiende como algunos están participando en ese intento de aquelarre de España puesto en marcha por la izquierda radical. No lo entiendo.
En la peor crisis económica de los últimos 50 años, con uno de cada cuatro españoles en paro, cuando hay familias que lo están pasando realmente mal, en un momento de incertidumbre y debilidad de la construcción europea, los partidarios de la ruptura vuelven a primera fila. Se pone en marcha un plan de secesión que también lo es de desestabilización y de ruptura de nuestra convivencia. La izquierda radical intenta deslegitimar la representatividad del sistema político constitucional y va creando una falsa sensación de apocalipsis para generar mayor inestabilidad. Se pretende crear un ambiente irrespirable para que el sistema sea insostenible. Gran agitación y gran confusión, mientras los de siempre preparan las siniestras cestas con que recoger las nueces del mal. Es un proyecto articulado sobre la mentira. No creo en las conspiraciones, pero tampoco en las casualidades. Es de manual.
España merece otro proyecto. Los últimos cuarenta años son sencillamente espectaculares. No hay precedentes en la Historia de España sobre tan vertiginosa transformación. Es verdad que en el camino hemos dejado valores y virtudes que debemos recuperar. Quedan demasiadas cosas por hacer, en términos de crecimiento y desarrollo, de solidaridad, de bienestar y de regeneración, de unidad y de afecto entre españoles, como para permitir que lobos con piel de cordero vengan con sus hoces a abortar el provenir de España.