IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Esto de hacer previsiones periódicas, tratando de adivinar el futuro de la
economía, ha sido siempre una ardua tarea. Influyen sobre él tal cantidad de variables difíciles de controlar, que el riesgo de incurrir en errores de bulto es tremendo. Sin embargo ahora no es difícil, ahora está tirado. Basta con fijarse en la evolución de la pandemia para saber de antemano cómo van a ser los datos que reflejan la situación económica. El Gobierno vasco pensó que el primer trimestre del año en curso iba a ser bueno, por la sencilla razón de que esperaba un buen comportamiento de la enfermedad, consecuencia de un proceso de vacunación acelerado que permitiese edulcorar las restricciones de la movilidad. Como la realidad ha sido la contraria y las vacunas se han atascado (a mí me vacunan hoy y soy de la quinta de Escipión el Africano…), las restricciones se han mantenido y la movilidad se ha resentido. Luego el resultado estaba cantado: el crecimiento del primer trimestre ha registrado un negativo 2,9%%, comparado con el primero del año anterior, y un muy flojo 0,2% en relación con el último de 2020.

En realidad las cifras que vamos conociendo ya no nos asustan -¡llevamos tantas en negativo!- y los errores de previsión son consecuencia de que las sucesivas olas de la pandemia, que tampoco previmos y menos evitamos, lo han complicado todo aún más. Lo malo es lo que implican estas cifras mortecinas. Significan que seguimos arrastrándonos por el fondo del negro pozo al que caímos en marzo del año pasado. Pensábamos que desde el final del verano íbamos a empezar a reptar por sus paredes, pero ahí seguimos, con el agua, oscura y fría de la crisis, hasta el cuello. Y luego viene por detrás la triste y lánguida letanía. Menos crecimiento supone menos actividad, menor consumo, más parados, unos ingresos públicos menores, unos gastos asistenciales mayores, un déficit más grande y mayores necesidades de emisión de deuda para financiar todo.

En esto consiste la crisis actual, de la que no saldremos hasta que podamos recuperar la movilidad. Y cuando llegue, deberemos calibrar qué han hecho nuestros competidores en todo este tiempo. Esa es otra. ¿Se ha enterado de que China ha crecido un 18% en los tres primeros meses del año? ¿A quién le estarán robando el mercado? Tampoco eso es difícil de contestar: ¡A todos! Y entre esos todos, los europeos ocupamos un lugar destacado. Como para quedarse dormidos…