La santa hermandad

Ignacio Camacho-ABC

  • Lecciones «de lucha y combate»: Otegui como modelo para los separatistas catalanes. Los socios preferentes de Sánchez

Tenía que ser Marta Rovira, evadida en Suiza, la que pusiera de ejemplo a Arnaldo Otegui. «Una persona de la que tenemos mucho que aprender… Nadie mejor que él nos puede decir cómo llegar hasta el final… porque lleva aprendidas muchas lecciones de lucha y combate». Palabras literales de un vídeo emitido ayer en el mitin de Esquerra en Gerona, con el propio Otegui y Junqueras delante. Gente toda ella de confianza, tipos de trayectoria irreprochable que lucen como mérito curricular varios años de cárcel y una fuga para eludir a los tribunales. La mejor garantía posible de futuro para vascos y catalanes. La clase de personas con la que un ciudadano honrado iría a cualquier parte siguiendo su modélico compromiso en defensa de las libertades. Y lo más importante, cómo olvidarlo, los aliados preferentes de Pedro Sánchez.

Hoy hace dieciocho años que ETA asesinó en Andoain a Joseba Pagaza. Un tiro en la nuca mientras desayunaba. Pagaza, militante socialista, era policía municipal y estaba de baja tras haber sido obligado a volver al pueblo pese a haber demostrado que recibía constantes amenazas. El alcalde batasuno de la localidad, jefe de la víctima, no tuvo a bien pronunciar una palabra. Otegui, que por entonces ya había empezado a hablar con Jesús Eguiguren, el presidente del PSOE vasco, en busca de una «pazzzzzzz» negociada, sí habló. Y dijo esto: «No voy a permitir el linchamiento (sic) de mis alcaldes y concejales. La condena de un asesinato no sirve para nada». No era ninguna novedad. Había callado cuando los suyos mataron a López de la Calle, a Buesa y a tantos otros en aquel tiempo de plomo, sangre e infamia que llaman «combate» los dirigentes de Esquerra Republicana. Crimen tras crimen permaneció impasible, en silencio, con la mirada torva y la boca apretada. Y ésta es la hora en la que sigue sin reprobar, siquiera de boquilla, la violencia etarra. Para qué, si es obvio que no le hace falta.

Y mira que tiene oportunidades: todos los días del año, salvo el 10 de noviembre, se conmemora la funesta efeméride de algún atentado. Pero no le parece necesario porque el sanchismo ha blanqueado el expediente de su pasado inmediato, lo ha despenalizado moral y políticamente como legatario del posterrorismo y le ha otorgado rango de socio prioritario. Ahora es la cuarta pata añadida al tripartito de facto con que el presidente pretende apuntalar su mandato. El acuerdo de colaboración parlamentaria entre Bildu y ERC constituye la base de un proyecto de ruptura a medio plazo en el que Podemos ejerce el rol de polizón en el interior de la estructura del Estado sin que ninguno de los hermanos de esa santa cofradía se moleste en disimularlo. Antes al contrario, se enaltecen mutuamente y blasonan de la influencia de su medio centenar de escaños. Se lo pueden permitir. El Gobierno les ha expedido certificado de pedigrí progresista y democrático.