Alvaro Nieto-Vozpopuli
Pedro Sánchez está muy tranquilo. O, mejor dicho, los gurús que le asesoran le han convencido de que el momento es magnífico para el PSOE. No sólo esperan una amplia victoria en las elecciones europeas, municipales y autonómicas del domingo 26 de mayo, sino que tienen el convencimiento de que la legislatura que arranca esta semana deparará un terreno de juego ideal para Sánchez.
¿A qué se debe tanto optimismo justo cuando el presidente del Gobierno acaba de recibir el duro golpe del frustrado nombramiento de Miquel Iceta como senador? La tesis que defienden en La Moncloa es que Sánchez tiene la sartén por el mango porque, aunque todo vaya mal, el peor escenario supondría una repetición de las elecciones generales, y en ese caso el PSOE sería el partido mejor colocado.
La clave está en el centro, insisten los gurús. Ahí es donde se sitúan mayoritariamente los españoles y donde ahora mismo está instalado cómodamente el PSOE, pues todos los demás partidos le han dejado libre ese espacio. Sánchez ganó las elecciones del 28 de abril en gran parte por ello y, de haber otros comicios a final de año o en 2020, sus cálculos auguran que el resultado sería todavía mejor. Hay incluso quien pronostica una posible mayoría absoluta del PSOE si llega esa tesitura.
Sánchez da por descontada su investidura el próximo mes de julio, pero tiene serias dudas de que pueda completar los cuatros años de mandato, sobre todo porque le será complicado aprobar sus propios Presupuestos Generales del Estado, que ya le tumbaron en febrero pasado con el consiguiente adelanto de las elecciones.
El plan de La Moncloa es mantener un perfil moderado y no arrastrarse más de lo estrictamente necesario para conseguir los votos de Podemos y los demás
Por tanto, y ante la posibilidad de que la legislatura vuelva a ser corta, el plan de La Moncloa es mantener un perfil moderado y no arrastrarse más de lo estrictamente necesario para conseguir los votos de Podemos o de los nacionalistas/independentistas. Y en esa clave hay que interpretar cuatro importantes noticias que se produjeron la semana pasada y que confirman que Sánchez está marcando distancias con los radicalismos catalán (ERC) y vasco (Bildu) justo ahora que, curiosamente, más los necesita:
1.- La Fiscalía, que depende del Gobierno, pidió procesar por organización criminal a diversos altos cargos de la Generalitat y de la televisión autonómica TV-3 en relación al referéndum ilegal del 1-O.
2.- El PSOE pactó con Podemos un reparto de la mesa del Congreso de los Diputados que excluye a nacionalistas e independentistas.
3.- Junts per Catalunya y ERC vetaron el nombramiento de Iceta como senador autonómico en el Parlament.
4.- El histórico dirigente de ETA ‘Josu Ternera’ fue detenido por sorpresa en Francia a pesar de llevar 17 años teóricamente huido. El visto bueno de la operación se dio desde el Ministerio del Interior.
Esas cuatro noticias complican el camino tanto de la investidura como de la legislatura. La primera parece más fácil si finalmente los cuatro diputados presos no pueden votar ese día, pero la segunda se plantea muy complicada porque, como el pasado reciente demuestra, los independentistas no van a dar nada gratis a Sánchez y exigirán contrapartidas a cambio de sostener al Gobierno.
Todas esas noticias han sido interpretadas por ciertos sectores como algo pasajero y vinculado a las elecciones del 26-M, pero los gurús que aconsejan al presidente apuestan a que esa línea de marcar distancias con el separatismo se consolide mucho más allá de los comicios europeos, municipales y autonómicos.
El bueno de la película
La estrategia está clara: jugar al centro, tender la mano a todos, plantear reformas de calado que requieran de grandes consensos y, si a pesar de ello no es posible avanzar por la cerrazón de unos y otros, convocar nuevas elecciones en cuanto más convenga al PSOE, y siempre presentándose Sánchez como el bueno de la película al que los demás bloquean.
Se trataría de acentuar el perfil de hombre de Estado que tanto se ha esforzado en cultivar el presidente del Gobierno durante las últimas semanas, como se vio con la muerte de Alfredo Pérez Rubalcaba o cuando convocó a los líderes de la oposición a una inusual ronda de contactos en La Moncloa tras las elecciones.
Esa estrategia supondría también excluir la presencia de ministros de Podemos en el Ejecutivo, algo que Pablo Iglesias desea a toda costa pero que en el PSOE ven muy complicado: sería darle aire a un partido que está moribundo. Los socialistas jugarán con la baza de que Iglesias no tendrá más remedio que ceder esta vez porque su electorado no entendería un nuevo veto a una investidura de Sánchez… y se arriesgaría a su muerte definitiva en unas nuevas elecciones.
Además, en La Moncloa cuentan con que ni el PP ni Ciudadanos van a hacer una oposición pacífica. Ambos están compitiendo por la hegemonía de la derecha y saben que cualquier gesto de aproximación al PSOE puede pasarles factura. Ciudadanos, que tiene una ocasión de oro para pactar reformas con el PSOE, ha decidido por el contrario jugar duro e intentar forzar unos nuevos comicios cuanto antes para que así al PP no le dé tiempo a buscar sustituto a Pablo Casado.
Precisamente, los gurús de Sánchez están encantados con la batalla de la derecha. «Mientras siga Casado, el PP está tocado», aseguran. «Y mientras los electores sigan percibiendo a Ciudadanos como un partido de derecha, el PSOE será el único que ocupe el centro y seguirá teniendo margen de mejora», se jactan. De ahí que Sánchez esté tranquilo en La Moncloa acariciando el mango de la sartén.