Alberto Ayala-El Correo
Pernando Barrena, histórico dirigente navarro de la izquierda abertzale, hoy parlamentario europeo, a buen seguro que estará viviendo horas de satisfacción política. Hace unos años me aseguró: «La izquierda abertzale jamás abjurará de su pasado». En efecto no lo ha hecho. Aun así el Gobierno Sánchez -con el apoyo oficial del PSE- ha decidido que el tiempo de mantener el aislamiento a EH Bildu en tanto no condene las tropelías de ETA ha expirado.
Admito que nunca me planteé poner fecha de caducidad a una exigencia ética y democrática esencial como condenar el terrorismo. Como asumir que matar, extorsionar o amenazar nunca estuvo ni estará justificado. Y que tampoco se puede recibir públicamente como a héroes a asesinos.
Supongo que a estas alturas no debo explicarles los porqués. Pero es que, además, si de verdad queremos una sociedad vasca normalizada tenemos que inculcar a las nuevas generaciones que ningún fin justifica el tiro en la nuca, la goma dos, la extorsión ni la violencia de persecución, que aún subsiste.
Los socialistas, el presidente Sánchez, ya habían movido ficha con la izquierda abertzale. Fue antes del verano, cuando el Gobierno necesitó apoyos para prorrogar el estado de alarma con el fin de luchar más eficazmente contra la pandemia y se vio abandonado por un PP instalado en el cortoplacismo más irresponsable. El Gobierno recurrió entonces a los de Arnaldo Otegi.
Ahora Sánchez, el PSOE, el PSE -y Podemos, claro está- han dado un paso más. Buscan la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado para 2021. Algo imprescindible para salir del actual socavón económico, que garantizaría la estabilidad de la legislatura y la estabilidad del Gobierno de cohabitación. Y de nuevo se han lanzado a por los votos de los diputados de EH Bildu.
¿Resultan imprescindibles para la aprobación de las Cuentas? No se sabe, aunque es muy probable que la respuesta sea no. Aun así, dos vicepresidentes del Ejecutivo español, la socialista Carmen Calvo y el podemita Pablo Iglesias, se han apresurado a normalizar a la izquierda abertzale, a reunirse con su portavoz Mertxe Aizpurua, y a recoger sus exigencias para el ‘sí’.
Es evidente que EH Bildu es más que Batasuna. Que parte de sus cuadros y dirigentes sí repudian a ETA, casi todos ellos porque siempre lo hicieron. Que la coalición representa más o menos a una cuarta parte de los vascos. Sí, pero sigue sin llegar la condena de los crímenes etarras ni el compromiso de no organizar ‘ongi etorris’ callejeros a los terroristas que son excarcelados. Terroristas que no son violadores, claro que no señor Arkaitz Rodriguez. Tan ‘sólo’ asesinos, extorsionadores y/o cómplices.
Respeto que la líder del PSE, Idoia Mendia, considere ahora «un hito el compromiso de Bildu con la gobernabilidad de España». Pero sintonizo mucho más con el nuevo secretario general de las Juventudes Socialistas de Euskadi, Victor Trimiño, quien el domingo rechazó el ‘blanqueamiento’ de la izquierda abertzale que lleva a cabo el Gobierno Sánchez al negociar su apoyo a las Cuentas del Estado.
Aún es tiempo de mantener las exigencias éticas a EH Bildu. Y muchos socialistas piensan igual.