Los sobresaltos en el frente judicial hacen cola frente al despacho de Pedro Sánchez, que aparece en ‘The Economist’ con los maseteros disparados y el titular atravesado como una daga. Esta semana se acaba el suspense del caso Begoña. Lloverán sorpresas
Termina Sánchez la semana como se sentía Tiberio, «estoy lleno de fisuras y pierdo por todos lados». Le acaba de entregar a Bildu la seguridad ciudadana con lo que se podrá escupir a un policía, llamarle h. de p. y acogotarlo a empujones porque les quitan las pelotas de goma y, en nada, hasta las porras. Los borroka se hacen, legalmente, dueños de la calle. Los colegas de ETA impondrán el orden. No parece buena noticia. Al tiempo, se hunde el empleo tras el estío, la juez del caso Koldo investiga a Armengol (la madama del Congrès), unas oposiciones frustradas exhiben la podredumbre del intramundo de RTVE, las dos facciones del Gobierno se sacuden por un lío con las bajas médicas, la titular de Vivienda se engulle su chantaje a las regiones si no cumplen sus disparatadas ordenanzas y el titular de Interior archiva el ‘gran hermano’ para hoteles y pisos turísticos antes siquiera de nacer. The Economist sirve el postre con una fotografía en portada en la que aparece un primer plano de los maseteros hipertensados del presidente -se va a hacer daño- y un reportaje demoledor titulado «Pedro Sánchez se aferra al cargo a costa de la democracia española». El texto de la pieza, tan suavemente british, deja un regusto a dinamita.
La próxima semana llega cargadita y con ganas de bronca, como John Wayne en la disputa del filete en Liberty Valance , gesto fiero y winchester en ristre. El foco se posa, en forma inevitable, sobre Begoña y sus contratiempos judiciales que bordean ya el territorio del peligroso. Este lunes acaba el suspense sobre la instrucción del juez Peinado. Tras un aplazamiento insólito debido a un despiste burocrático, la Audiencia de Madrid despejará las dudas sobre si archiva la causa o le dar luz verde. Parece que lo segundo, aunque con limitaciones.
Delitos con pena de prisión
Dentro del dédalo de asuntos sospechosos en la actividad de la investigada, es el caso del software de la Complutense donde hay más chicha. La Audiencia madrileña acaba de invitar a Peinado a que se haga cargo de esta causa que aterrizó inicialmente en el juzgado 48 y va a pasar al 41, el infatigable instructor que le quita el sueño a la dona. «Administración desleal, apropiación indebida, malversación y un delito de intrusismo». No son delitos leves porque conducen a la cárcel.
El martes sigue la fiesta, que diría el otro, con la resolución sobre la querella presentada por Sánchez, Abogacía del Estado mediante, contra el ínclito magistrado ante el Tribunal Superior de Madrid. Se trata de un doble disparo sobre Peinado. El primero fue por prevaricación (por no permitir al presidente que declarara por escrito) y el segundo, por ‘presunta revelación de secretos’ (al remitir las grabaciones a las partes, que luego se filtraron a los medios). El querellado tiene tres días para presentar recurso aunque en cualquier caso, este trámite suspenderá la marcha de la instrucción en curso. También está pendiente, para más adelante, otra querella similar contra el juez, esa vez presentada por la propia protagonista de toda esta escandalera, por ‘prevaricación continuada’.
Caso de ser imputado, el susodicho dé un paso al costado, como dicen los argentinos, y se retire por donde llegó, es decir, que cuelgue la toga y dedique su actividad profesional a engrosar la nómina de algún bufete de abogados
También esta semana se resolverá otro episodio de suspense. Es el que afecta al Fiscal General del Estado por la querella interpuesta por el empresario Alberto González Amador, pareja de Isabel Díaz Ayuso, por revelación de secretos entre otros reproches penales. Este es un affaire muy chusco ya que el jefe del Ministerio Fiscal salpicó con sus desesperadas actuaciones a varios subordinados que se encuentran ahora también ante el tribunal. Su número dos, Ángeles González Conde, en un inaudito y algo desubicado informe, llegó a acusar nominalmente a tres medios informativos, entre ellos Vozpópuli, de difundir ‘infundios’ contra su superior. La Sala Segunda del Supremo deberá poner orden en todo este desaguisado procediendo contra su promotor, lo que no implica que, caso de ser imputado, Álvaro García Ortiz dé un paso al costado y se retire por donde llegó, es decir, que cuelgue la toga y dedique su actividad profesional a engrosar la nómina de algún bufete de abogados donde cuenta con numerosos amigos. No lo hará. Quiere seguir. Ya lo ha insinuado. Y Pedro lo respalda. Sus colegas no tanto. Consideran insostenible su continuidad y amenazan con acciones.
Marlaska, de juez a juez
Decía el poeta que hay palabras difíciles de digerir como ‘pájaro’ o ‘mugir’, que parce que te ponen una barra de hierro en la boca. Esto es lo que ocurre en Moncloa con la actitud del juez Peinado, que se le ha atragantado y no sabe cómo sacárselo de encima. Lo está intentado poro todos los medios, al estilo de Cristina Kirchner, tan del gusto del sanchismo. «¡Andá, apretá a los jueces, dales duro!». Querellas, amenazas, declaraciones degradantes, presiones insufribles hasta adentrarse incluso en el ámbito familiar. Por no referir los ya escandalosos ataques por parte de miembros del Ejecutivo, con el ministro de Justicia y el de Interior al frente, con acusaciones nada veladas sobre su actitud prevaricadora. El juez Marlaska (que en toda fechoría pone sus manos) no dudó esta semana en prescribir unas dosis de jarabe democrático -él lo llamó actos de ‘salud democrática’- contra los magistrados que no son de su gusto. «Respeto institucional, defensa del Estado de derecho, escrupuloso acatamiento de las decisiones de los tribunales», hipocritea luego Bolaños, sin duda el más entregado al hostigamiento contra la amedrantada familia de los togados.
Cómo pasar a la historia
«Los que ansían el poder están más capacitados para ocuparlo que para ejercerlo». Tal decía el faraón egipcio de Exodus. Así Sánchez, que es de los que se embriaga al mirase en el espejo, repite estos días su obsesión con cumplir los tres años que le quedan. Se mira en el espejo y es feliz. «No busca conocerse a sí mismo, sino frecuentarse hasta la admiración», cual un nuevo Epaminondas. Apenas se interesa por los problemas nacionales, desconoce los dosieres de los asuntos urgentes, tan solo pretende asegurarse el apoyo de los liliputienses periféricos para transitar sin quebrantos su marcha hacia las urnas del 27. También le obsesiona cómo pasará a la historia, insisten frecuentes visitadores de su despacho en Moncloa (recuerden Máximo Huerta). Se enfrenta a su semana de alerta roja, erizada de momentos peliagudos que él desprecia. Se piensa inmune a las sanciones, blindado frente a las condenas, imbatible con su cansino mantra de la ultraderecha, ese ‘tres en uno’ del progreso que lo mismo sirve para estimular a los bobales, animar a los cernícalos y llevar a las urnas a ese infatigable rebaño de la izquierda, tan acomodaticio y servil como un club de fans adolescente. Se pavonea de haberse convertido en el último socialdemócrata vivo de Europa aunque The Economist ni lo menciona. Quizás alguno de estos zarpazos le alcance. Begoña y el hermanísimo penden de la cuerda floja. Ahí pica.
Otro suspense judicial, y no menor, el caso Pegasus, quizás en los próximos días también pueda alumbrar alguna sorpresa. Otra fisura de las de Tiberio. El CNI, que ya no es lo que era, como recordaban en lo Dieter, tiene la descarga de audios dispuesta y el juez Calama puede propiciar más de un sobresalto.