Tonia Etxarri-El Correo
Pedro Sánchez salió ayer más reforzado en el Congreso. Había ido perdiendo apoyos desde la segunda prórroga del estado de alarma. Porque, a medida que se prolongaba la situación excepcional, los partidos empezaron a criticar su abuso del mando único. Ayer, en la sexta, consiguió la cuadratura del círculo. Con aliados incompatibles y acuerdos que chirrían entre socios. Pero la política de Sánchez es de consumo inmediato, con fecha de caducidad limitada. Veremos qué ocurre después del 21 de junio. Tiene amarrados al PNV y a Ciudadanos (que se miran de reojo) y ha recuperado a ERC hacia la abstención. Enfrente, el PP empujado hacia Vox por el propio Gobierno interesado en retroalimentar los bandos que creíamos superados en la Transición. «Señor Casado, señor Abascal», les mencionaba así Sánchez, como si fueran un ‘dos por uno’ mientras sus señorías estaban atrapados por el baile de datos. ¿En qué quedamos? ¿Cero muertos ayer o 34? ¿27.128 desde que se inició la pandemia, según el Gobierno, o casi 48.000 según el INE?
Sánchez ya había puesto su contador a cero: «Podemos sentirnos satisfechos», dijo mientras se refería a la «oposición controladora» que tanto le crispa. Una oposición que habla de «agravios y terrorismo» al referirse a sus pactos con Bildu. Vaya por Dios. Le da por ejercer. Como esos periodistas que preguntan en las conferencias de prensa. Si es que… se les ocurre cada cosa.
Pero lo que cuentan son los votos en el Parlamento. Y si los independentistas apoyan a Sánchez es porque saben que un Gobierno de centroderecha no sería tan condescendiente con ellos. Para el PNV el acento está en la o de ‘co’. Cogestión, codecisión, cogobernanza. A todo que sí, de momento. Y ERC espera a Sánchez con la mesa de partidos aunque ésta no tenga nada que ver con la crisis sanitaria.
El Gobierno de Pedro y Pablo va sumando apoyos a medida que consolida su prepotencia. Celebran que el bloque de centroderecha se haya fragmentado con el viraje de Ciudadanos. Y aunque éstos insistan en que solo están apoyando el estado de alarma, en el PP y Vox se malician si no hay detrás operaciones de mayor envergadura. En Madrid, por ejemplo. Por mucho que Edmundo Bal se mostrara implacable con la purga de Marlaska en la Guardia Civil al haber quedado en evidencia la injerencia gubernamental en la Justicia. Por muy duro que se mostrara con el presidente («este es un Gobierno horrible para España»). Sánchez los utilizará mientras los necesite. A la oposición que no se domestique, ni agua. Ningún interés en que le apoye el PP. ¿Quién utiliza a los muertos? ¿Quiénes los mencionan o quiénes los ocultan en las estadísticas? Sánchez ha vuelto a revalidar su poder tras una sesión dividida y bronca. La excusa es sanitaria. La motivación, política.