IÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • La matraca que se nos está dando todo el día es, aparte de insufrible, un gran error
Es insoportable: ese bombardeo continuo de declaraciones e informaciones de Pablo Iglesias, sobre Pablo Iglesias, contra Pablo Iglesias, contra lo que ha dicho Pablo Iglesias, contra la casa y la piscina, el sueldo y la indemnización, la coleta y el moño, la niñera y la compañera, la alcoba y la joroba de Pablo Iglesias; esas parodias y palinodias, esos memes y esas memeces. Uno no duda de que es el personaje más banal, vago, huero, desestabilizador y tóxico que ha dado la política española en toda la etapa democrática, pero esta matraca que se nos está dando todo el día con semejante sujeto es, aparte de insufrible, un gran error.

Se le está devolviendo de forma gratuita la omnipresencia mediática que había perdido en los últimos meses y que fue la que lo encumbró. Si ése es el modo en que algunos piensan que van a lograr sacarle de la escena política, se equivocan. Se equivocan entre otras cosas porque el verdadero rival a derrotar electoralmente para empezar a sacar a este país del agujero populista en el que se ha metido no es el pablismo sino el sanchismo, que seguirá sirviéndose de Pablo, o de lo que quede de él, para ocupar los espacios de poder que se le pongan a tiro. Podría incluso darse la paradoja de que Iglesias salga trasquilado en las urnas, pero Sánchez nos lo devuelva al primer plano de la política porque le es útil y porque ambos comparten la misma cultura de la subvención y la sangría del gasto público así como la misma hostilidad hacia la iniciativa privada y la creación de riqueza que dé puestos de trabajo sin exigir el precio del voto.

Los socialistas, como los burócratas nacionalistas, cierran bares y restaurantes alegremente porque no saben lo que cuesta abrirlos. Eso es en lo que básicamente se diferencia de ellos Ayuso: en que, pese a haber vivido, como ellos, siempre del contribuyente, ha caído en la cuenta de lo difícil que es crear y mantener un negocio. Son esa sensatez y una osadía de carácter, de la cual carece la actual derecha española, las que suplen en Ayuso las carencias de un discurso bastante flojito que, con el extemporáneo lema de ‘comunismo o libertad’, desvía la atención de la amenaza sanchista, que es la realmente preocupante, y abunda en ese tedioso error de la sobredosis antipablista. ¿De verdad nos va a librar Ayuso del comunismo? ¿De verdad lo que se juega el 4 de mayo es la instauración de la dictadura del proletariado en el barrio de Salamanca? ¿No responde ese maniqueísmo simplista de la derecha a la misma sustitución de la política por la propaganda que se ha producido en la izquierda? Al populismo no se le combate con populismo, pues, si ganamos, ¿quién nos libra del populismo vencedor?