Dentro de algún tiempo, cuando Pedro Sánchez, definitivamente ya un juguete roto, repase en la moviola sus dos años de gloria al frente del PSOE, podrá plantearse los misterios dolorosos de su vida. Por qué, un suponer, él que se había negado a ser entrevistado por Ana Pastor, en El objetivo de La Sexta, se avino a hacer su explicación de ausencias en amable charla con su vecino de parrilla, Jordi Évole, en Salvados.
Ana Pastor le habría hecho preguntas que no le habría dejado responder, es cierto, pero él y su equipo de comunicación no supieron calibrar que frente a Évole corrían el riesgo contrario, mucho peor para sus intereses. No sólo no lo interrumpió, sino que le dio cuerda, tanta como para ahorcarse con ella. Explicó con precisión ayer en La última columnaJavier Redondo que su inconsistente relato cargó de razón a la Gestora: «Ni un minuto más».
El problema superó con mucho el nivel, ya muy alto, de no acatar una resolución del Comité Federal, máximo órgano entre congresos del PSOE. Se situó fuera de la política de su partido, ratificando sus peores comportamientos desde las elecciones generales de diciembre. Ya fue estupefaciente su actitud pastueña ante un Pablo Iglesias que vació desde la tribuna de oradores el saco de cal viva que achacó a Felipe González. Increíble su mansurronería ante la chulería y el desplante con que Iglesias se autonombró vicepresidente del Gobierno en su conversación con el Rey, a quien encargó transmitir la buena nueva al joven Sánchez y se pidió los ministerios de Economía, Defensa, Educación, Justicia, Interior, el CNI y el control de RTVE, lo que comunicaba a la gente en rueda de prensa mientras el pobre Sánchez se reunía con Felipe VI.
Él dijo por entonces que nunca iba a pactar con populistas. Lo negó varias veces durante los últimos meses de 2015: «No pactaré con populistas, ni antes, ni durante ni después. Quiero que España sea un país avanzado de Europa, otros lo que quieren es llevarlo por la deriva de la Venezuela chavista. Eso son las cartillas de racionamiento, la falta de democracia, una mayor desigualdad y pobreza». Fue un error, confesó el domingo a Évole, haber calificado de populista a Podemos. Hace poco más de tres semanas, el propio Pablo Iglesias planteaba frente a Errejón la necesidad de seguir siendo populistas de izquierdas.
Recordarán que Felipe González manifestó en entrevista con Pepa Bueno su perplejidad porque Pedro Sánchez le había mentido al decir que se abstendría en la segunda votación para la investidura de Rajoy a finales de agosto. Mintió urbi et orbi al decir que respetaría la línea roja del Comité Federal sobre la posibilidad de pactar con los independentistas catalanes. El domingo reconoció en La Sexta que sí había comentado con González la posibilidad de abstenerse para permitir la investidura de Rajoy y que había mantenido conversaciones, no negociaciones, no se me confundan, con los catalanes del 3%. Algo habrá que hacer con el PSC. No es de recibo que los socialistas catalanes tengan voz y voto en los órganos del PSOE y puedan desobedecer sus resoluciones cuando pierden, y que el PSOE no pueda votar en los órganos del PSC. Y total, para lo que valen.
No es la Gestora con lo que han chocado su acreditada incompetencia y su falta de respeto a la verdad. Cualquier organización seria habría debido apearlo del cargo al ver la cuenta de resultados de diciembre, empeorada más si cabe –y cabía– por la de seis meses más tarde. No lo mejoró con sus impresionantes dotes de head hunter. Alguien que en dos elecciones consecutivas coloca tras de sí en segunda posición a Meritxell, mi Meritxell y luego a Margarita Robles, y pone en puesto de salida a Zaida Cantera, lo ha dicho casi todo. El problema es que ahora no es sólo la vieja guardia. Su actitud no van a poder entenderla ni sus acérrimos: su insobornable Luena, el fiel Patxi López, que debió de empezar a desconfiar el sábado de que tenga un porvenir junto al jinete sin cabeza y votó por la abstención.
El sábado pudo ver los aplausos de Podemos a las intervenciones del bildutarra Matute y el Rufián de la Esquerra, aunque no debió de entender la dignidad de su anterior portavoz, cuando Hernando exigió respeto para las víctimas del terrorismo y levantó un cerrado aplauso de la bancada socialista con su ausencia, del PP, Ciudadanos ¡y hasta el PNV! Él insistía al día siguiente en la necesidad de pactar con Podemos de «tú a tú». Iglesias, después de tanta humillación respondida con un gesto servil y una sonrisa, está en posición de decirle lo mismo que el oso cínico del chiste al cazador de puntería errática: «Pedro, chato, ¿tú no has venido aquí a cazar, verdad?».