EL PAÍS 29/07/15
ALBERT RIVERA
· Hay que ganar las elecciones del 27-S y configurar una nueva mayoría, pero es fundamental asimismo reconstruir el proyecto común español. Estos son tiempos de reformas, unión y evolución
Seguramente desde la entrada en vigor de la Constitución española de 1978 no habíamos vivido momentos tan convulsos y a la vez tan decadentes en la política catalana. Y si algo positivo hay que sacar del reto al orden constitucional que ha lanzado la Convergència de Artur Mas es que hasta hace pocos años la proliferación del nacionalismo era un asunto solo catalán y ahora ha pasado a ser un problema nacional para la mayoría de los españoles.
Estos días todo el mundo se hace la pregunta del millón: ¿Hay alguna solución para reconducir la situación en Cataluña? Sinceramente, creo que sí que la hay pero, como es lógico, los problemas complejos y que se han ido construyendo durante décadas no tienen soluciones sencillas ni de un cuarto de hora.
Por tanto, si queremos revertir la situación, no ya en los próximos días, pero sí cambiar drásticamente la dinámica en los próximos años, debemos salir a ganar las elecciones autonómicas del 27-S. Es urgente que en Cataluña, después de 35 años de autogobierno, tengamos por primera vez un Gobierno leal a la Constitución, europeísta y que defienda la autonomía de Cataluña sin cuestionar las bases fundamentales de nuestra democracia: que los españoles somos iguales entre nosotros, que somos y queremos seguir siendo solidarios, que defendemos las libertades individuales por encima de las respetables identidades de cada ciudadano y que seguiremos estando juntos dentro de una España democrática, diversa y unida.
Para tener un Gobierno catalán democrático, que respete las leyes y las sentencias judiciales, que tenga las manos limpias y que no gobierne o para los separatistas o para los constitucionalistas, sino para todos los catalanes, lo que debemos hacer es no caer en la política de bandos de Artur Mas. Por tanto, debemos presentarnos a las elecciones con nuestros programas de Gobierno, buscando después del 27-S una nueva mayoría parlamentaria que pueda investir presidenta o presidente a alguien que defienda la convivencia y encabece un Gobierno cuya principal función sea restablecer los puentes rotos entre los propios catalanes, y los lazos con el resto de españoles. Solo de esa manera Cataluña podría dejar de ser un problema para volver a ser un activo, como siempre lo fuimos para el conjunto de España y para el proyecto de unificación europea.
· Un Gobierno para todos los catalanes exige no caer en la política de bandos de Artur Mas
Pero para volver a seducir y convencer al corazón, la cabeza y el bolsillo de la mayoría de catalanes de la importancia de participar en el proyecto común español y europeo no será suficiente con un cambio de Gobierno y de actitud en la Generalitat, sino que necesitamos impulsar una nueva era política en España, que reconstruya nuestra nación de ciudadanos, que fortalezca nuestra democracia, nuestros valores civiles y nuestras instituciones, huyendo del inmovilismo y del populismo, igual de nocivos ambos para la evolución de nuestra sociedad.
Necesitamos un nuevo Gobierno de España y una nueva mayoría parlamentaria que no solo invoque el cumplimiento de la ley, que es necesario para cualquier sistema democrático, sino que además sea consciente de que no se puede gobernar de la mano de quienes quieren romper la nación que gobiernas o saltarse las leyes, ni ignorar y negar los debates que la sociedad para la que trabajas está demandando desde hace años, incluidos buena parte de los catalanes. España, después de 30 años de prosperidad económica, de bienestar social y de democracia, necesita una modernización de nuestras instituciones, de nuestros partidos políticos y agentes sociales, y de nuestro modelo económico y social para recuperar la casi extinguida clase media y trabajadora.
El mejor antídoto frente al populismo nacionalista —que bien se resumía en el eslogan España nos roba— es que España funcione. Y la España que nos dejan PP y PSOE en este fin de etapa no funciona. El Gobierno de Rajoy se ha dedicado a capear el temporal fijándose solo en los datos macroeconómicos, pero dejando un país sin rumbo, sin un proyecto para la próxima década, y sin un plan para reenganchar a la mayoría de catalanes al proyecto común.
Si queremos que el deterioro de la confianza en la vida pública no siga dando vida al populismo de consigna y bandos de Podemos, y si pretendemos que en Cataluña el separatismo vuelva a menos del 25% de apoyo donde estuvo siempre, en 2016 debe comenzar esa nueva etapa política, social y económica para que la mayoría de españoles se sientan representados por el futuro Gobierno y las futuras Cortes Generales.
· Necesitamos una nueva era política en España, huyendo del inmovilismo y del populismo
Y la solución para Cataluña no pasa por exaltar las diferencias y los privilegios de los poderes políticos territoriales, sino por reconducir y reforzar el Estado autonómico volviendo a los principios de cualquier Estado autonómico-federal: autonomía, suficiencia financiera y respeto a la diversidad para las comunidades autónomas; pero más coordinación, menos duplicidades y burocracias, y garantizar la lealtad institucional perdida, la igualdad de derechos para los ciudadanos y la unión de todos los españoles.
En definitiva: para involucrar a la mayoría de catalanes en el futuro de España es urgente ganar las elecciones autonómicas en Cataluña para configurar una nueva mayoría y un Gobierno para todos los catalanes. Pero es fundamental asimismo reformar España y reconstruir el proyecto común español en el marco de la Constitución, la sociedad del bienestar, la economía de mercado y la Unión Europea, los cuatro pilares que se asentaron en la Transición. Lejos de prescindir de alguno de ellos, debemos reforzarlos y tenerlos más presentes que nunca.
Después de tres décadas, en Cataluña y en toda España ha llegado el momento de abandonar el politiqueo y volver a la política de verdad, a primar la visión de Estado sobre la visión de partido. No son tiempos de inmovilismo, ruptura o revolución, son tiempos de reformas, unión y evolución.