La sombra del 3% explica la deriva soberanista de Artur Mas

EL MUNDO – 22/10/15 – EDITORIAL

· El 24 de febrero de 2005, el entonces presidente de la Generalitat Pasqual Maragall acusó a CiU de cobrar comisiones ilegales del 3% procedentes de obra pública. Lo hizo en el Parlament y sin aportar pruebas. Ayer, la detención del tesorero de CDC y de su fundación afín CatDem, Andreu Viloca, extiende las sospechas del latrocinio larvado durante el régimen edificado por Convergència desde la Transición, al amparo del pretendido oasis catalán. El caso del 3% acumula ya seis procedimientos abiertos. Y, tal como sostiene la Fiscalía Anticorrupción, apunta a la financiación del partido de Artur Mas, lo que en buena medida podría explicar su deriva independentista.

Viloca fue arrestado por la Guardia Civil acusado de mediar en el cobro de comisiones irregulares a cambio de adjudicaciones de obra pública. El registro de la sede central de Convergència, dentro de la OperaciónPetrum, también acarreó la detención de Josep Antoni Rosel, director general de Infraestructuras de la Generalitat, y de varios empresarios sospechosos de pagar comisiones ilícitas a CDC. El caso, inicialmente centrado en el Ayuntamiento de Torredembarra (Tarragona) y la empresa Teyco, se extiende ahora a otras cuatro localidades, y deriva del cotejo de la documentación intervenida en agosto por la Benemérita en la fundación CatDem y en el domicilio de Daniel Osàcar, extesorero de Convergència.

Mas reaccionó furioso y aseguró sentirse «objeto de caza mayor». Además, criticó la «sobreactuación» de la Fiscalía vinculándola al proceso soberanista que él mismo abandera desde que en 2012 decidió echarse al monte.

En realidad, lo que pone en evidencia la operación de ayer es el uso torticero de Mas de la quimera independentista como cortina de humo de las irregularidades que carcomen las estructuras de su partido y de la Generalitat. El actual president en funciones lleva tiempo escondido en la estelada para tapar su desastrosa gestión al frente del Govern y los escándalos que inculpan a Convergència. De ahí que no sea extraño que vuelva a recurrir al sempiterno victimismo del nacionalismo catalán. Es la misma pose que adoptó Mas cuando intentó en vano desvincularse de los procesos que involucran a su mentor político y fundador de CDC, Jordi Pujol, y a la familia de éste.

Los presuntos pagos de mordidas a la formación nacionalista, lejos de ser episodios aislados, constituyen la cara más negra del poder ahormado por CiU. En julio de 2014, Pujol admitió en un comunicado que su familia disponía de dinero sin regularizar en cuentas extranjeras. El marasmo de la corrupción en Cataluña pareció liquidado tras el abrupto final de la querella contra Banca Catalana, cuando en noviembre de 1986 la Audiencia de Barcelona desestimó el procesamiento de Pujol por, entre otros cargos, apropiación indebida.

Simple espejismo porque la confesión del expresidente de la Generalitat sirvió para constatar lo contrario. La mugre de la corrupción ha hecho trizas el arquetipo del seny en una comunidad lastrada por escándalos de tanta envergadura como el caso Pretoria–en el que se vieron implicados por corrupción urbanística Prenafeta y Alavedra, exconsejeros de Pujol–; o el expolio del Palau de la Música, por el que fue embargada la sede principal de CDC. A ello hay que sumar la ristra de causas que afrontan los hijos de Pujol, asaeteados por acusaciones de fraude fiscal, blanqueo, cohecho y falsedad.

Ante esta hedionda avalancha, Mas ha decidido parapetarse en el denominado proceso soberanista. Habida cuenta de la solidez de las investigaciones, resulta imposible deslindar éstas del paso político dado por el sucesor de Pujol. Nunca hasta ahora el centro derecha catalán había abrazado el independentismo, y nunca como hasta ahora se había sentido tan acorralado policial y judicialmente. El cerco a la financiación de CDC revela también la connivencia de sus socios en la aventura independentista, convertidos en cómplices por omisión de las miserias que descosen al partido de Mas. Pero, por desgracia, en la Cataluña actual ya no sorprende ni que Mas siga aferrado a la secesión como subterfugio para sus problemas con la Justicia, ni que ERC permanezca muda ante los escándalos que zarandean a quien aspira de nuevo a ser investido president.

EL MUNDO – 22/10/15 – EDITORIAL