ABC 20/09/14
LUIS VENTOSO
· Escocia ha demostrado que no se puede confundir al que más grita con el sentir de un pueblo
EL reposado laborista Alistair Darling ha sido el portavoz de Mejor Unidos, la plataforma que durante dos fatigosos años hizo campaña contra la independencia. A raíz de su derrota en el segundo debate televisivo con el inteligente y taimado Salmond, el nacionalismo pegó el estirón. La caballería hubo de acudir al rescate. El Reino Unido se escurría por las cañerías de Edimburgo. Los tres divos de Westminster desembarcaron en Escocia y el olvidado Gordon Brown reapareció con una oferta federalista de última hora. Ha funcionado. Pero a Darling le habrán pitado los oídos con las críticas a su sangre de horchata. Escocés de 60 años, ministro inevitable en los gabinetes laboristas, se trata de un tecnócrata diligente, pero bajo en calorías dialécticas. Es difícil que entre al navajeo, que sucumba a un calentón. Pero hubo un día en que Salmond consiguió enojarlo.
Cuando Cameron, Clegg y Miliban acudieron a mitinear a Escocia, Salmond bautizó a la campaña unionista como el «Equipo Westminster», que sería derrotado por el «Equipo Escocia». Y aquí fue donde Darling se plantó y vino a decirle al líder nacionalista lo siguiente: no se pude llamar «Equipo Escocia» a los que quieren la independencia, porque Escocia es más grande que los separatistas y tan escoceses somos los que defendemos el «no» como quienes abogáis por el «sí», estás suplantando a todo un pueblo.
El tiempo le da la razón. Había más unionistas en Escocia que separatistas. Una gran lección: no se pueden confundir las marchas callejeras, o la propaganda apabullante desde el poder, con el sentir general. Hay que respetar a las mayorías silenciosas. Es profundamente totalitario excomulgar a los herejes unionistas, que es lo que ha hecho Salmond, y con maneras todavía más despectivas, Mas y Junqueras.
No sucumbamos a la gran suplantación. Una manifestación anual, una fiesta ritual con autobuses pagados desde el poder, con la televisión pública volcada, con los periódicos subvencionados animando, no puede situarse por encima de las leyes. No es en absoluto cierto que exista una mayoría independentista en Cataluña. Y tampoco les ampara la fuerza moral (¿qué sentimiento es más sano: la hermandad entre pueblos unidos de siempre o levantar un muro de exclusión?). En el campo económico, la idea se cae a trozos: la independencia es lisa y llanamente una ruina, como bien han visto los escoceses.
Por eso resulta inaudito contemplar al partido que más tiempo ha gobernado España, el PSOE, entreguista ante el independentismo, sumido en la esquizofrenia, con su sucursal catalana apoyando el referéndum ilegal y su jefe Sánchez rechazándolo de soslayo mientras habla de toros con Jorge Javier. Era tan decepcionante percibir ayer un aire abatido en la radio más seguida de este país –madrileña para más señas– mientras contaba la derrota de Salmond. Acomplejados ante el nacionalismo, les da alergia el patriotismo democrático.
(PD: Salmond ya es historia y la reforma federal de Cameron va a llevar al Reino Unido… a un modelo similar al que disfrutamos hoy en España. Obsoleto y en liquidación, según los cracks de la tercera vía).