Tonia Etxarri-El Correo

La campaña del PSE, condicionada por Sánchez

Los socialistas vascos tienen su espacio achicado en la campaña electoral para hablar de un proyecto propio desde que renunciaron a ser alternativa al nacionalismo. Por eso Idoia Mendia se presenta como el contrapeso del próximo Gobierno vasco, para ‘centrar’ al PNV. La dirigente socialista viene defendiendo, desde que el debate identitario saltó a la palestra con los referéndums de autodeterminación, que los políticos deben dedicarse a resolver las cosas del comer de los ciudadanos, las que les preocupan de verdad. Pero desde que su secretario general, y presidente del Gobierno, busca el apoyo de los secesionistas, los principales problemas de la gente se ven desplazados porque las exigencias de los separatistas catalanes se han apoderado del escenario.

A Sánchez no le gusta que se aireen los episodios incómodos. Todo lo relacionado con la mesa, que él llama de ‘diálogo’ cuando quiere decir ‘cesión’, por ejemplo, si lo que se cuenta desborda el contenido de los comunicados oficiales. O la movilización en Perpiñán en torno a Puigdemont, que se dedicó, de nuevo, a desafiar al Estado. Por eso ayer, en el acto de presentación de la candidata socialista a lehendakari en Vitoria, Sánchez prefirió arremeter contra la derecha. Y contra los medios que no le bailan el agua. Malos tiempos para la crítica. Y para la transparencia. A Sánchez le molesta todo lo que no sean adhesiones. En la oposición (se olvida de la que hizo él cuando gobernaba el PP). En los medios, que se quedaron plantados cuando se cerró la puerta de la reunión de la mesa de ‘diálogo’, a pesar de que ayer se recreó en arrogarse la concordia como una virtud propia. A Carlos Iturgaiz le insulta llamándolo candidato de «otro siglo» pero Moncloa está rescatando la memoria del atentado del 11-M para no responder a las preguntas sobre su giro en la política relacionada con Venezuela. Son maniobras de campaña que dominan con mucha más habilidad los socialcomunistas que los populares.

«Nosotros a lo nuestro», decía ayer Sánchez en Vitoria. Pero lo suyo es distraer toda la atención hacia la derecha. Aunque sea la de hace setenta años. Mientras, él pacta con quienes quieren separarse de España (un amplio espectro de voluntades en donde destacan notables siglas de derecha nacionalista). Pero a los nacionalistas catalanes, Sánchez no les exige nada. Por su capacidad de presionar, de desafiar al Estado, de imponer. Al contrario de lo que escribiera García Lorca en su poema dedicado a Sánchez Mejías, el Gobierno de Pedro y Pablo está siendo blando con las espuelas y duro con las espigas. Es Iturgaiz el candidato que asusta, dicen. Mientras, no tienen ningún reproche para la agitación callejera recuperada por Puigdemont en Perpinán. Se dedicó a escenificar que su único interés es seguir desafiando a España en pugna directa con ERC hasta que lleguen las elecciones catalanas. Después de las urnas, si los votos dan la mayoría a las dos formaciones secesionistas, los veremos volviendo a gobernar juntos.

Pero Sánchez tan sólo envió un aviso al prófugo para que no ponga zancadillas a la mesa. Sin más. Pedro, el candidato, prometió en la pasada campaña traer al cerebro de la declaración unilateral de independencia a España para que respondiera ante la Justicia. Ahora, silencio. ¿Se cede?

Por encima de la mesa se quiere resolver el «conflicto» de Cataluña (término que ha sustituido a lo que se consideraba desacato y la revuelta de los gobernantes catalanes) con el objetivo de mantener la legislatura.

Por debajo de la mesa se está procediendo ya a limpiar el camino de obstáculos legales. Que el preso Junqueras se sienta cómodo. No basta con colaboradores afines. En el Gobierno de Pedro y Pablo se necesita entusiasmo, adhesión y disciplina. Por eso ‘saltó’ la Fiscal General del Estado, María José Segarra, que no presionó lo suficiente a la sala del Tribunal Supremo que juzgó a los protagonistas del ‘procés’. O la abogada del Estado Carmen Tejera. Durante el tiempo que dure la mesa de diálogo/cesión se intentará descafeinar el delito de sedición y el de malversación. El error de Sánchez no está en creer que con él empezó todo, sino en que va a persuadir a los secesionistas. Le están envolviendo en una telaraña. Lo de Cataluña no tiene que ver con un mayor autogobierno. Tiene que ver con el ‘procés’. Con la separación y la ruptura. Y eso sí que es un vaciamiento del Estado, en toda regla.