LUIS VENTOSO – ABC – 23/06/16
· Los ingleses fabulan con una vida segura aislados en su isla verde.
Cameron percibió en 2013 que la crecida del disparatado UKIP, partido casi xenófobo, podía rebanarle las elecciones del año siguiente. Como le gusta más el riesgo que al guionista de Steven Seagal, decidió conjurar ese peligro convocando un referéndum a cara y cruz sobre la UE, un guiño a los euroescépticos (entre los que se cuenta él mismo y en realidad casi todos los ingleses, incluso muchos que votarán «In»).
Encantado de haberse conocido, pensó también que la consulta extirparía el tumor que emponzoña desde los noventa la vida interna de los «tories», la vieja y amarga disputa sobre Europa. Pero el nacionalismo lo carga el diablo. Parte del país se ha embriagado con las soflamas patrioteras de Boris y Gove y en su partido solo ha infectado más la herida.
Estará diciendo usted: «Venga, menos rollo y dígame quién va a ganar». No lo sé. Me apostaría una gran percebada regada con divino godello al Remain (mayormente porque los británicos piensan con el bolsillo). Pero no me sorprendería un Brexit coronado a lomos del nacionalismo más ramplón. He vivido en Londres la desagradable experiencia de escuchar una conferencia insolidaria y retrógrada de Puigdemont. La canción era la misma que entona Boris, sentimentalismo en vena: «Tenemos que recuperar el control. ¡Llega el día de la independencia!». La culpa de todo es del enemigo exterior. La añeja conjura judeo-masónica, que ahora se llama «Madrit»… o Bruselas.
Soy anglófilo hasta lo ridículo. Les debemos desde la democracia moderna al liberalismo, pasando por Shakespeare y los Beatles. Pero un amigo dice la verdad. El Reino Unido es un país formidable, pero no el coloso que imaginan sus habitantes. Es más, me asalta la sensación de que pisan pletóricos sobre quebradizos pies de barro. Conservan su seguridad jurídica, su seriedad institucional y sus magníficas universidades. Pero su productividad es baja; su deuda interna y externa, de riesgo; sus infraestructuras, lamentables para un país de su categoría (no hay AVE y tardarán todavía años en conectar Londres y Manchester; el metro de Madrid le da unas vueltas al londinense y también los ambulatorios españoles a los británicos, y eso que gracias a La Sexta ya sabemos que nuestra sanidad pública ha sido desmantelada). Su declinar fabril es absoluto (España fabrica bastantes más coches que el Reino Unido).
El 80 por ciento de la economía son servicios, principalmente los financieros de la City, y exportan más al diminuto Luxemburgo que a China, esa es la verdad. El Brexit pondría en jaque la inteligente apertura que les ha permitido atraer capital a raudales de todo el planeta, el secreto de su bonanza.
Los encantadores hobbits ingleses ven que la Tierra Media tiembla, con hordas de orcos del Señor Oscuro. Muchos han concluido que lo seguro es quedarse encastillados en su verde comarca, fumando en pipa, haciendo mermelada y bebiendo cerveza templada. Pero al final, a Frodo, a Bilbo –y a Boris Bolsón– también les afecta el mundo exterior. Tolkien relata que a Mordor lo derrotó una coalición fraterna de humanos, hobbits, elfos y enanos. No la altiva suficiencia de gran pueblo venido a menos jugando al ombliguismo insolidario.
LUIS VENTOSO – ABC – 23/06/16