IÑAKI UNZUETA-EL CORREO

  • La burda estrategia del Gobierno salta a la vista cuando el objetivo del fomento de la convivencia entre catalanes provoca una mayor brecha entre españoles

La tetera prestada’ es el título del libro de Slavoj Zizek en el que hace referencia a un chiste de Freud para ilustrar la lógica absurda de los sueños: (1) Jamás me prestaste una tetera. (2) Me prestaste una tetera y te la devolví intacta. Y (3) La tetera ya estaba rota cuando me la prestaste. La misma secuencia de razonamiento disparatado utilizó el Gobierno de Bush Jr. para justificar la invasión de Irak: (1) Irak tiene armas de destrucción masiva. (2) No hay pruebas de que Irak disponga de armas de destrucción masiva, pero se encuentra implicada en los atentados del 11-S. Y (3) No existen pruebas de su implicación en el 11-S, pero EE UU debe extender la democracia por Oriente Medio y para ello el régimen dictatorial de Sadam Hussein debe ser destruido. De este modo, Zizek descubría la irracionalidad de la argumentación de la élite política norteamericana basada en creencias y suposiciones negadas.

El argumentario del presidente Sánchez en torno a la posición del Gobierno de España con respecto a la situación política de Cataluña y a los presos del ‘procés’ presenta la misma secuencia en tres etapas del cuento de la ‘tetera prestada’: (1) Apoyo incondicional a la aplicación por el Gobierno de Rajoy del artículo 155 y cumplimiento íntegro de las penas; (2) La inacción del Gobierno de Rajoy coadyuvó a la aceleración del proceso soberanista; ergo, hay que buscar formas de encuentro y entendimiento. Y (3) Los indultos son instrumentos de apaciguamiento que cambiarán la historia y servirán para fomentar la convivencia en Cataluña. En esta espiral de razonamiento descabellado, totalmente ilógica e irracional, es en la que se encuentra atrapado Sánchez.

Al escritor ruso Chéjov le tocó vivir una época convulsa en la que proliferaban los charlatanes con sus declaraciones grandilocuentes y sus recetas mágicas, los detestaba y decía que «sólo los imbéciles saben y comprenden todo». Su extrema prudencia le llevaba a invertir la ecuación problema-solución, de modo que buscaba identificar y plantear correctamente problemas antes que precipitadas soluciones. En una carta a su editor Suvorin le dice: «No hay que confundir el hecho de encontrar la solución de un problema y el hecho de plantear ese problema de una manera correcta». Necesitado de los votos de ERC para alcanzar la mayoría parlamentaria, Sánchez dice haber encontrado la solución del problema del independentismo catalán sin poder formular las preguntas correctas. Las preguntas no deben girar en torno a la cuestión de la convivencia en Cataluña, sino en torno a la convivencia, cohesión e igualdad entre españoles.

Si Robert Michels viviera tomaría la praxis política de Sánchez como el mejor exponente de (su) ‘La ley de hierro de la oligarquía’: «La organización es la que da origen al dominio de los elegidos sobre…, de los mandatarios sobre…, de los delegados sobre… Quien dice organización, dice oligarquía». El objetivo prioritario es el poder y para conservarlo vale casi todo: filfas, retractaciones, pactos con formaciones no democráticas o erosión de las instituciones. Sin embargo, lo importante es que comprendamos que todo esto no lo hace en beneficio propio sino por magnanimidad, benevolencia y generosidad. La burda estrategia salta a la vista cuando el objetivo del fomento de la convivencia entre catalanes se construye con el ensanchamiento de la brecha entre españoles. Los independentistas transgredieron la ley porque el PP les cerró las vías políticas y además ahora que rechazan los indultos son vengativos y revanchistas, pero que sepan que los indultos se concederán con ellos o sin ellos. Guiños a los transgresores de la ley y desprecio a los opositores a las medidas de gracia.

Sánchez está metiendo a España en un ‘cul-de-sac’, con un futuro cargado de asimetrías entre comunidades autónomas, desigualdad entre ciudadanos e instituciones dañadas. El problema de los nacionalistas que dicen que son distintos y que quieren decidir con quién quieren vivir nunca ha tenido en ningún sitio fácil solución. Como dice Félix Ovejero: «Hace ya tiempo que sabemos que la mejor sociedad no será el paraíso, sino el infierno más llevadero». Dejar la resolución del problema en manos del ministro Iceta es un error. El PSC es un partido paranacionalista más, cuyo siguiente paso podría ser una suerte de consulta que intente desbordar la Constitución.

La fascinación nacionalista sólo será embridada con acuerdos entre constitucionalistas que hagan cumplir las leyes e impidan la dependencia de la gobernabilidad de las formaciones nacionalistas. Habrá que convivir con el problema de los independentistas respecto a la idea de España, señalando la imposibilidad de su encaje soberanista en una Europa que camina en dirección opuesta, denunciando su carácter reaccionario, su egoísmo e irracionalidad.