José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
- La oportunidad de Sánchez para su futuro internacional es la presidencia rotatoria de la UE en julio de 2023. Dependerá de que logre aprobar los Presupuestos
El presidente del Gobierno ha consumado la semana pasada una gira por tres países latinoamericanos (Colombia, Honduras y Ecuador) porque en el segundo semestre del próximo año, en coincidencia con la presidencia rotatoria española de la Unión Europea, está prevista una gran cumbre en Bruselas con los países del sur americano. Una cumbre que es bianual y que, aunque no presidirá Sánchez, se le ha encomendado que logre el mayor número de compromisos de asistencia.
Sería un éxito para España —y para él— que lo lograse porque, vincular la UE a los Estados del cono sur americano, resultaría un avance sustancial en todos los órdenes. Y es nuestro país el mejor de los puentes entre Europa y Latinoamérica. O debiera serlo.
Los presidentes españoles que decaen en la política doméstica tienden a proyectarse en la política internacional
Pedro Sánchez quiere llegar a la presidencia rotatoria de la UE en el segundo semestre de 2023. Prevista por el Tratado de Lisboa, consiste en que todos los Gobiernos socios del club europeo asuman su máxima representación, definiendo unos objetivos concretos para alcanzar o impulsar durante ese semestre. España trabajaría en trío con otros dos países en la formulación de esos objetivos, como hasta el 30 de junio lo ha hecho Francia con la República Checa y Suecia.
La presidencia rotatoria es representativa y ofrece al presidente del Gobierno del país de turno una amplia visibilidad internacional porque impulsa los trabajos del Consejo referentes a la legislación de la Unión, garantiza la continuidad de sus programas, el orden legislativo y la cooperación entre los Estados miembros.
Además, planifica y preside las reuniones del Consejo y de sus órganos preparatorios, sin perjuicio de las funciones permanentes de su presidente, el belga Charles Michel. Sánchez, de llegar a ostentar la presidencia rotatoria, deberá conducirse con imparcialidad y se compromete a actuar coordinadamente con las autoridades permanentes de la UE.
Por otra parte, España será el escenario de reuniones sectoriales y de la cumbre semestral que Sánchez desea sea en Sevilla y, las otras, en distintas ciudades de España porque esos meses, posteriores a las elecciones locales y autonómicas de mayo, serán previos a las generales.
La cuestión reside en calibrar los efectos que esta exposición personal de urdidor diplomático del presidente tiene en España a efectos electorales
Los presidentes españoles que decaen en la política doméstica tienden a proyectarse en la internacional. Así lo hicieron tanto González como Aznar, e incluso Zapatero se lanzó al ruedo de la diplomacia europea de la mano de su ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, que lo fue entre 2004 y 2010. Rajoy fue más remiso a las escapadas al extranjero. Pero Sánchez les gana la partida a todos. Es, con diferencia, el que más ha apostado por su presencia internacional como alternativa al desgaste interior.
El canciller Scholz —con el que se reunió el martes pasado— le ha invitado, como antes a otros primeros ministros, a una reunión informal con el gobierno alemán. No en balde, Sánchez está jugando la baza energética: interconectar España con Alemania, sea por Francia, sea por Italia. Es una ventaja española de potencial importancia geoestratégica y una carta que debe jugarse ante el reticente Gobierno de París que nos pinza en el Magreb jugando a varias bandas: Marruecos, Argel y Túnez.
La cuestión reside en calibrar los efectos que esta exposición personal de urdidor diplomático del presidente tiene en España a efectos electorales. Es difícil evaluar cómo influye en la sociedad su proyección externa si, al tiempo, no convence en su gestión de los asuntos más inmediatos en el interés cotidiano de la ciudadanía.
Sánchez se está empleando en una estrategia personal, dando por supuesto que remontar electoralmente es poco realista
Existe la muy generalizada impresión de que Sánchez quiere un destino en la Unión Europea, en la OTAN o en un organismo internacional diferente a los anteriores, que le redima de un fracaso electoral en España que parece cantado, hoy por hoy, si se atienden a las encuestas, incluso, a las del Centro de Investigaciones Sociológicas.
Parece muy evidente que Sánchez se está empleando en una estrategia personal, dando por supuesto que remontar electoralmente es poco realista, en tanto que el escenario internacional le favorece por la fuerte incidencia de la guerra en Ucrania que ha resucitado a la OTAN y las consecuencias de la pandemia que han activado a la Unión Europea, ahora en trance de revisar el conjunto del mercado energético.
Para un político con esas indisimuladas ambiciones, el desempeño de la presidencia rotatoria de la Unión Europea en los meses finales de su mandato resulta una oportunidad inédita para alcanzar sus objetivos. De ahí que intente llegar al 1 de julio de 2023, aunque la cabalgada de estos once meses que restan para esa fecha parezca, aquí y ahora, casi inverosímil. Pero no imposible si, insisto, saca adelante y al precio que sea, las cuentas públicas del próximo año.
El presidente no quiere ser un Moisés político quedándose a las puertas de la tierra prometida
Sánchez no quiere ser un Moisés político quedándose a las puertas de la tierra prometida que, en su caso, es claramente la internacional. No por eso el PSOE va a dejar de intentar un último esfuerzo de su secretario general para una remontada demoscópica enarbolando que el suyo es «el Gobierno de la gente». No es seguro en absoluto que reunir en la Moncloa a 50 ciudadanos sea una aplicación práctica del eslogan socialista que dispone de evocaciones moradas.
La incógnita es si esta celebración de eventos itinerantes del presidente responde a una terapia de urgencia para tonificar a su decaído partido o se trata de la apertura de una larga precampaña electoral. Porque el gobierno de la Nación para el próximo cuatrienio se dirime el 28 de mayo de 2023 —municipales y autonómicas— que en España siempre han anticipado el resultado de las generales.