IGNACIO MARCO-GARDOQUI-El Correo
Resulta llamativo que el sector público no sufra ni un rasguño en un contexto de desplome de la economía, de la recaudación y del empleo privado
Poco a poco, pero con paso decidido, caminamos hacia la tormenta perfecta. Primero: la pandemia retorna con fuerza. Los pesimistas la esperaban en octubre, los optimistas suponían que el verano iba a poder con ella. Pues nada, los datos se aproximan ya a los peores registros de la fase álgida, los comportamientos personales distan de ser los más adecuados y aparecen grietas entre los distintos intereses en juego. Así, los hosteleros claman contra lo que los sanitarios piden y los gobernantes se encuentran sin los medios legales necesarios para tomar las medidas oportunas.
Segundo: La economía se derrumba. ¿Calificativo exagerado? No creo. Antes nos asustábamos cuando la actividad caía unas pocas décimas. Ahora el PIB baja el 18,5% en el segundo trimestre. Lo nunca visto, lo jamás esperado. No solo. Son los peores registros de toda la Unión Europea. ¿Por qué razón? ¿Nos hemos cruzado con un gato negro, hemos roto un cristal, ha pasado Pedro Sánchez por debajo de una escalera? No. Tenemos una economía con un peso especialmente elevado de los sectores que padecen los efectos del confinamiento con mayor intensidad y estamos dirigidos por un gobierno que se preocupa mucho de los efectos de la crisis y poco o nada de sus causas. Por eso se palían las primeras -hay más de cinco millones de prestaciones, sin contar con las pensiones-, y se refuerzan las segundas -millares de comercios cerrados, industrias a ritmo lento, automóviles tocados, aviones hundidos, turismo desplomado, etc.-.
Tercero: veremos que pasa cuando el verano pase. Hay muchas personas que estuvieron acogidas a los ERTE y que salieron de ellos al pensar sus empresas que la demanda retornaba a sus niveles anteriores. Eso no se ha producido en muchos sectores y no habrá más remedio que volver al sistema de protección. El comercio y el turismo van a cerrar un año de doce meses de gastos y de muy pocos meses de ingresos, una ecuación insostenible.
Hay nueve millones de pensionistas, cinco entre parados y ERTEs y tres de empleados públicos
Cuarto: No solo. Tampoco es sostenible la estructura productiva del país y el Tribunal de Cuentas asegura que tampoco lo es el sistema de pensiones. Disponemos de nueve millones de pensionistas, cinco entre parados y ERTEs, tres de empleados públicos. Demasiados. A todas luces demasiados para nuestra débil población activa y nuestra escasa afiliación a la Seguridad Social.
Los ingresos públicos caen a ritmos del 20%. Podremos sustituirlos por el dinero europeo durante algún tiempo. ¿Qué haremos después si no reconstruimos y ampliamos nuestro sistema económico? ¿Caminamos en esa dirección? Yo no lo veo por ningún lado.
¿Va todo mal y va mal a todos? No, hombre, no sea tan pesimista. Por ejemplo, Pedro Sánchez sigue veraneando en La Mareta, que es una finca preciosa. En cuanto vuelva, sus allegados le aplaudirán. Eso seguro. Los diputados forales de Gipuzkoa, en un alarde de sensibilidad social, se han subido el sueldo tan solo un 8%. La EPA del primer semestre ha dado unos resultados horribles, pero nos ha desvelado también que el sector público ha contratado a más de 30.000 personas nuevas. El Parlamento vasco no se ha constituido todavía, pero ya han repartido sus varias decenas de asesores, que asesorarán (?) a quienes no deberían necesitar tanto asesoramiento.
¿Es lógico que el derrumbe del empleo privado coincida con un sector público sin el mínimo rasguño en su número, aunque algunos estén seriamente dañados en su esfuerzo, como sucede con los sanitarios? ¿Es lógico que con caídas de la actividad del 20% mantengamos la misma estructura administrativa? ¿En qué empresa pasa eso? ¿Nadie se ha dado cuenta de que tenemos un entramado público de tamaño mórbido y de eficacia anoréxica frente a esta crisis?
Si se encuentra de vacaciones, aprovéchelas. Septiembre llega enseguida.