ABC 14/04/14
IGNACIO CAMACHO
· La presidencia de Susana Díaz es ahora la Torre de la Cautiva, donde mora como rehén aunque quiera ejercer de sultana
Hay un problema en el latifundio de poder andaluz: los capataces le sisan votos al terrateniente. Al cabo de treinta años de hegemonía basada en el clientelismo al PSOE le están birlando la clientela. La experiencia de compartir gobierno con Izquierda Unida se ha vuelto áspera, conflictiva y peligrosa porque el socio minoritario ha encontrado el modo de rentabilizar el acuerdo en su propio beneficio y actúa con una desacomplejada soltura. La crisis del Viernes de Dolores y el golpe de autoridad fallido de Susana Díaz han puesto de manifiesto la debilidad que más temían los socialistas: la evidencia de quién tiene de verdad la llave de las decisiones en la Junta. Quién otorga las viviendas, quién distribuye los recursos, quién reparte los favores. Quién establece, en suma, las reglas del contrato de adhesiones.
El mecanismo de dependencia que sostiene el régimen clientelar andaluz ha cambiado de repente de dueños. El conflicto de la Corrala Utopía se ha convertido en el paradigma de un nuevo statu quo. La presidenta, que había entendido con perspicacia política la importancia de un desafío de apariencia menor, ha agrandado la trascendencia del episodio al dejarse torcer el brazo; ahora todo el mundo se ha dado cuenta de que es IU la que tiene la sartén por el mango. Y arrimada a su propio fuego.
La coalición neocomunista, que actúa como un partido antisistema dentro del poder, ha encontrado en los desahucios un filón de intereses, una rica veta electoral en la que explotar el miedo social al desamparo. Es IU la que promueve leyes de embargo de viviendas, la que reparte entre los okupas el botín de los asaltos a supermercados, la que concede realojos saltando las leyes y las listas de espera, y lo hace cuidándose de dejar muy clara la autoría de la dispensa. Clientelismo en estado puro: do ut des. La Corrala sevillana era en realidad el símbolo de su propio corralito político. El PSOE ha dejado de tener el monopolio de las prebendas y ve cómo se resquebraja su principal instrumento de dominancia.