La trampa del «derecho a decidir»

ABC 23/09/13
ESPERANZA AGUIRRE

No puede haber derecho a decidir sobre aquellas cuestiones que la Ley prohíbe. Y, desde luego, en España la Ley prohíbe la secesión. Y la prohíbe porque el pueblo español decidió libremente prohibir ese derecho cuando aprobó la Constitución

El pasado jueves fui a Barcelona a pronunciar una conferencia que, con el título de «Mi visión de Cataluña», intentaba explicar lo que ha pasado allí durante los últimos 35 años y por qué ha crecido tanto el separatismo.
La Constitución «Los ciudadanos de Cataluña votaron ese texto que prohíbe el derecho a la secesión en mayor porcentaje que el resto de los españoles»
Como me pasa siempre que voy a Cataluña, y voy con mucha frecuencia, tuve la oportunidad de sentir el cariño y la simpatía de muchos ciudadanos anónimos que me abordaron por la calle para saludarme, hacerse fotos conmigo y animarme en mi actividad política. Sólo una señora de mediana edad, muy educada y amable, se me acercó para criticar en abstracto a los políticos de Madrid que no permiten que se celebre un referéndum «en el que se nos deje a los catalanes decidir lo que queremos ser». Era una señora seria que no parecía una activista o militante de ningún partido político independentista o radical. Y, sin embargo, había hecho suya la idea de que el derecho a decidir es un derecho inalienable e indiscutible.
No tenía mucho tiempo para debatir con esa educada señora, pero comprendí que no es fácil explicar por qué es una monumental trampa lo que se encuentra detrás de esa reivindicación, aparentemente tan sencilla, que tiene tan buena pinta y que suena tan bien.
Porque puede parecer lo más lógico y natural del mundo que me dejen decidir sobre todo lo que a mí me interesa y, en primer lugar, que me dejen decidir lo que quiero ser, empezando por la nacionalidad que quiero tener. Dicho como me lo decía aquella buena señora, ¿por qué no me dejan ustedes decidir lo que quiero ser?
Los políticos nacionalistas, conscientes de que esta propuesta, aparentemente simple, cala con fuerza, no paran de repetirla y no paran de reivindicar el «derecho a decidir» como algo sacrosanto.
Los que quieren la secesión de Cataluña hablan del «derecho a decidir» porque suena bien en todos los oídos. ¿Cómo no voy a tener yo derecho a decidir en los asuntos que me interesan?, se preguntan algunos.
Así planteado, parece algo natural, maravilloso y completamente inocuo.
Sin embargo, esa propuesta encierra una profunda trampa. Y la trampa reside en que no puede haber «derecho a decidir» sobre aquello que la Ley prohíbe. Para empezar hay que decir claramente que lo que proponen los nacionalistas y algunos que, como los socialistas, no se sabe lo que son, con ese «derecho a decidir» es, simple y llanamente, el derecho a la secesión.
Y ese derecho no existe en el ordenamiento jurídico y constitucional español, como no existe en ningún país occidental y como no existiría en una hipotética república independiente de Cataluña. Ningún país puede admitir el derecho a la secesión de una parte de sus ciudadanos y de su territorio.
¿O es que alguien puede creer que en esa república catalana con la que algunos sueñan van a dejar que un pueblo de Tarragona o un barrio de Barcelona puedan decidir separarse de Cataluña?
No, no puede haber derecho a decidir sobre aquellas cuestiones que la Ley prohíbe. Y, desde luego, en España la Ley prohíbe la secesión. Y la prohíbe porque el pueblo español (que es el sujeto de la soberanía de la que dimanan todos los poderes del Estado) decidió libremente prohibir ese derecho cuando aprobó una Constitución que consagra la unidad indisoluble de la Nación Española, «Patria común e indivisible de todos los españoles». Y, por si algún político nacionalista quiere olvidarlo, los ciudadanos de Cataluña votaron ese texto que prohíbe el derecho a la secesión en mayor porcentaje que el resto de los españoles.
O sea, querida señora mía que educadamente me abordó, que, aunque suene muy bien, hay cosas sobre las que no existe el «derecho a decidir». Pero no porque lo diga yo, sino porque lo ha dicho el pueblo, también el pueblo catalán. Y la secesión es una de esas cosas.
Lo que no está prohibido por la Ley es cambiar la propia Ley. Más aún, la Constitución Española contempla los mecanismos para cambiarla. Lo honesto y lo limpio de los nacionalistas sería que explicasen qué quieren cambiar de la Constitución y que explicasen claramente a dónde quieren llegar y qué tipo de república catalana quieren implantar. Lo demás, empezando por la aparentemente inocua reivindicación del «derecho a decidir», como la del derecho de autodeterminación, son trampas para manipular la conciencia y la buena voluntad de los ciudadanos y para ocultar que lo que se quiere es, simple y llanamente, la secesión, que está prohibida por la Ley.
Y los que creemos en la democracia y en el valor de la Ley no podemos dejar de explicar esto para que quede claro y para apoyar a tantos ciudadanos catalanes que están silenciosos porque, quizá, los políticos hemos estado demasiado silenciosos sobre este asunto.