Hubo un tiempo, allá cuando la sagrada transición, en que la política española convirtió a los enemigos en adversarios y nuestros ojos asombrados vieron cosas que cinco años antes no habrían creído. El año 1977 comenzó con los asesinatos de Arturo Ruiz y los abogados de Atocha, pero luego vino el 15-J y la legislatura constituyente. El 27 de octubre de 1977, el líder de la derecha, Manuel Fraga Iribarne, presentó en el Club Siglo XXI una conferencia del secretario general del Partido Comunista, Santiago Carrillo Solares. Tengo para no olvidar las primeras palabras de Fraga: “El conferenciante que les voy a presentar a ustedes es un comunista de pura cepa; de mucho cuidado, si él me lo permite”. El presentado agradeció las palabras como lisonja, admitió que sí, que de pura cepa, y justificó el evento recordando que: “Somos conscientes de que el 15 de junio el país no votó por la transformación socialista de la sociedad, sino simplemente por el cambio democrático y respetamos fielmente el fallo popular”.

Doce días antes se había aprobado en el Congreso la Ley de Amnistía y aquella conferencia fue una demostración práctica: Fraga perdonó a Carrillo los fusilamientos de Paracuellos y Carrillo perdonó a Fraga ser ministro de Franco el 19 de abril de 1963 en que el dictador firmó el enterado de la pena de muerte de Julián Grimau, el último muerto de la guerra civil española. Fraga y Carrillo fueron dos líderes providenciales: el primero encarriló al franquismo por la vereda de la Constitución y el segundo hizo lo propio con los comunistas.

Con los años, los adversarios han vuelto a ser los enemigos de antaño, que ven en las fosas, no un proyecto de tumbas, sino una esperanza de trincheras y que elaboran consignas ad hoc: “arderéis, como en el 36”. Ayer mismo, una estudiante distinguida de la Complutense pervirtió su turno de palabra para arremeter contra Isabel Díaz Ayuso alumna ilustre de dicha Universidad con un eslogan  definitorio del nivel de excelencia de la muchacha: “Ayuso, pepera, los ilustres están fuera”. Efectivamente, sus congéneres estaban fuera y gritando encabronados “Ayuso, asesina”.  En esta hora de España, el presidente Sánchez, que ha convertido toda su comunicación en propaganda, usa la tribuna del Congreso para señalar a periodistas como enemigos. ¿Cómo extrañarse de que la portavoz del Gobierno haya convertido sus ruedas de prensa en dicterios contra la oposición? Debe de creer que esa es su función.

La secretaria de Estado, Ángela Rodríguez Pam, que hace bromas reiteradas sobre el número de violadores que su ley contribuye a excarcelar y comparece con las fotos de dos periodistas a los que ha convertido en sus bestias negras: Federico Jiménez Losantos y Pablo Motos. Tampoco debemos olvidar a Ione Belarra, una de las ministras más discapacitadas intelectualmente del equipo sanchista, que descalifica al presidente de Mercadona, Juan Roig, acusándole de “capitalista despiadado que se está llenando los bolsillos, forrándose con las subidas de precios”, descalificación que ha repetido en el Congreso Pablo Echenique, esa triste criatura. El empresario ha recordado a la ministra que “somos los empresarios los que creamos la riqueza”, como si ella y sus homólogos no supieran que actúan movidos por ánimo de lucro.