Existe una lógica de los estados que a veces salta por encima de las demandas de justicia de los particulares. Parecidas a las actuaciones de la embajada USA en Madrid fueron las gestiones de los diplomáticos españoles en Francia en 1983 cuando cuatro policías fueron detenidos por el intento de secuestro de un etarra.
Esa arma de filtración masiva que es Wikileaks ha puesto al descubierto las interioridades de las comunicaciones del servicio diplomático de EE.UU. y, de paso, ha dejado en evidencia la trastienda de la política real de numerosos países, España entre ellos.
Lo que ha salido a la luz no son tanto grandes secretos de los países como las formas con las que se teje el día a día de la política internacional, las confidencias que hacen los responsables de los gobiernos en la confianza en que nunca verán la luz o las presiones que se ejercen o se padecen en defensa de los intereses de unos o de otros. Lo que se ha puesto en evidencia es la realidad material de la política, una realidad que a menudo está en conflicto con la teoría de los ideales y los grandes principios que se formula en el discurso público.
En lo que concierne a España, algunos aspectos llaman la atención. En primer lugar, uno general: en un país con gran tradición de antiamericanismo, que se arrastra desde la pérdida de Cuba y Filipinas, a finales del XIX, tras un breve y desigual enfrentamiento con EE.UU., destaca la excelente disposición de las élites políticas, empresariales, militares y profesionales españolas a entenderse con los representantes diplomáticos de Washington. Esta afirmación no debe entenderse como un reproche, sino todo lo contrario. Es una prueba del realismo de la clase dirigente dispuesta a colaborar con la nación que no sólo es la primera potencia militar y económica del globo, sino que también ejerce su liderazgo en muchas otras áreas y con la que es de interés mutuo tener buenas relaciones. Esa actitud se da tanto entre los políticos de la derecha como de la izquierda.
En segundo lugar, hay un aspecto concreto revelado en esos documentos que deja en evidencia a miembros del Gobierno y de la administración de justicia. Es el relativo al caso Couso. Los cables de Wikileaks ponen de manifiesto la intensa actividad de los diplomáticos norteamericanos para evitar que la justicia española actuara contra los soldados de su país que hicieron los disparos que costaron al vida al periodista en Iraq. Desde el punto de vista norteamericano es normal esa actuación. Otra cosa es la valoración que se haga de la actuación de los funcionarios españoles.
Existe una lógica de los estados que a veces salta por encima de las demandas de justicia de los particulares. Así, por ejemplo, a buen seguro que parecidas a las actuaciones de la embajada USA en Madrid fueron las gestiones de los diplomáticos españoles en Francia en 1983 cuando cuatro policías fueron detenidos por el intento de secuestro de un etarra en territorio galo. Aquellas gestiones lograron la puesta en libertad de los agentes que después eludieron el juicio en los tribunales franceses. Aunque no siempre, la mayoría de las veces los estados defienden a sus servidores con todos los medios a su alcance.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 15/12/2010