ABC 20/07/15
IGNACIO CAMACHO
· La ikurriña izada en Pamplona manifiesta que la voluntad anexionista persiste en el imaginario simbólico nacionalista
OTRO tornillo flojo. Al ya inseguro tablero de la estabilidad territorial española se le va a desenroscar hoy otra tuerca. El nuevo Gobierno navarro no representa sólo una simple alternancia rutinaria: supone el acceso del nacionalismo vasquista y de los herederos políticos de ETA al poder de la única autonomía española con posibilidad legal de asociarse a otra. En el imaginario abertzale Navarra es la pieza clave que completa la integridad de su proyecto y dota de masa crítica al ensueño de Heuskal Herria. La ikurriña izada por San Fermín en el Ayuntamiento de Pamplona supone una declaración explícita de que esa vieja voluntad anexionista continúa vigente, siquiera como sustrato simbólico, en el mapa de las intenciones nacionalistas. Se trata de un debate latente, una cuestión de fuerte tensión civil y política enquistada desde el comienzo de la Transición en el diseño de la arquitectura de las instituciones forales. Sin dramatismos, pero también sin frivolidades, conviene saber que el pacto que investirá presidenta a Uxúe Barkos supone entregar a las fuerzas panvascas el control del botón que activa la Disposición Transitoria Cuarta.
Se ha reunido al efecto una coalición de peneuvistas, bildutarras y radicales de izquierda, todos partidarios más o menos enfáticos del derecho de autodeterminación que ese mecanismo constitucional viene a reconocer en cierto modo a Navarra. Si hay algo que le gusta a Podemos, porque está en su ADN político, son los referendos, la democracia directa. Por ahora la puesta en marcha del procedimiento de asociación voluntaria al País Vasco no figura en la agenda de gobierno de la alianza cuatripartita ni goza de expectativas sociológicas claras; nadie sensato convoca una consulta para perderla. Se trata de un dispositivo legal muy complejo sobre el que además falta concreción reglamentaria. Pero ése es, mucho más que el control de la seguridad y la Policía Foral por una activista de Bildu –ya de por sí asunto más que alarmante–, el punto crítico de la nueva correlación de fuerzas: desde ahora existe una mayoría en el poder proclive al objetivo de euskaldunización que no ha dejado de latir en el persistente designio nacionalista.