La ultraderechista Le Pen

JUAN MANUEL DE PRADA – ABC – 06/05/17

Juan Manuel de Prada
Juan Manuel de Prada

· Una mujer que desliza tantas malignidades debería ser muy duramente castigada en las urnas por todo demócrata que se precie.

Borges nos enseñaba que el Quijote de Cervantes era una obra muy distinta al mismo Quijote escrito por Pierre Menard. Cervantes, escribiendo a principios del siglo XVII, se dejaba llevar por las inercias de la retórica y el pensamiento propios de la época en que escribía. Pierre Menard, en cambio, al transcribir las mismas palabras tres siglos después, estaba completando una obra de regusto arcaizante e ideas obsoletas.

Pues algo parecido ocurre con ese fragmento de discurso que Marine Le Pen aparentemente ha copiado a François Fillon. Fillon, por ejemplo, al enumerar las fronteras terrestres de Francia, reparaba en los Pirineos, «que ponen a Francia en ese mismo conjunto que es el mundo hispánico y latino». Estas palabras, en boca de un conservador modosito como Fillon, constituyen una perogrullada fofa, pero inofensiva. Y cuando, mirando a la frontera de los Alpes, Fillon bautiza a Italia como «nuestra hermana», el oyente no puede sino emocionarse ante la declaración de amor europeísta, aunque sea mostrenca y mazorral; y, si el oyente es un poco fantasioso, hasta puede soñar que, al llamar a Italia «nuestra hermana», Fillon está haciendo una campanuda profesión de fe católica, para halagar al votante meapilas.

Finalmente, Fillon aseguraba en su discurso que «Francia es algo más y mucho más que una potencia industrial, agrícola o militar»; afirmación que no es sino una pomposa (pero inocua) ventosidad chovinista. Todo, pues, muy consabido y previsible, como corresponde a un líder de esa «derecha civilizada» que tanto admiramos todos los demócratas.

Reparemos ahora en el discurso de la ultraderechista Le Pen. A simple vista, es una transcripción literal del discurso pronunciado por Fillon. Esta exactitud ha llevado a algunos zascandiles a afirmar que Le Pen se habría limitado a hacer un perezoso «corta y pega». Nada más alejado de la realidad. Cuando enumera las fronteras terrestres de Francia, Le Pen afirma que los Pirineos «ponen a Francia en ese mismo conjunto que es el mundo hispánico y latino». ¿Cómo no reparar en la inequívoca intención imperialista de la frase? No contenta con añorar aquel execrable pasado colonial que permitió a Francia saquear medio mundo, la ultraderechista Le Pen aspira también a anexionarse los territorios que antaño fueron españoles, formando además con ellos un «conjunto»; es decir, igualándolos, haciendo con ellos tabla rasa, convirtiéndolos en una albóndiga jacobina, sin respetar sus singularidades nacionales, étnicas y de género.

Pero la ultraderechista Le Pen se quita todavía más la careta cuando bautiza a Italia como «nuestra hermana»; pues resulta evidente que aquí Italia es sinécdoque de fascismo, que es el régimen político que los italianos exportaron al mundo. Le Pen, en definitiva, invoca sin rebozo el fantasma de Mussolini y le declara su amor fraterno. Y todo ello para rematar su discurso afirmando que «Francia es algo más y mucho más que una potencia industrial, agrícola o militar». Si en Fillon tales palabras nos resultaban retórica cansina y archisabida, en la ultraderechista Le Pen nos hielan la sangre en las venas. Intimida y sobrecoge ese «algo más y mucho más», elipsis maligna donde las haya.

Todos sabemos lo que, mediante ese enigmático sintagma, la ultraderechista Le Pen evita decir: Francia convertida en aniquiladora de la democracia, martillo de los derechos humanos, cuna de la xenofobia, tumba del europeísmo. Hace falta ser muy aviesa para esconder tanta iniquidad detrás de una frase aparentemente inane.

Una mujer que desliza, fingiendo un burdo plagio, tantas malignidades debería ser muy duramente castigada en las urnas por todo demócrata que se precie.

JUAN MANUEL DE PRADA – ABC – 06/05/17