LA VOZ DE GALICIA, 27/1/12
E l Banco de España ha reconocido ¡al fin! una evidencia apabullante: que la dureza de los ajustes exigidos por Europa (es decir, por Merkel y Sarkozy) para llegar al porcentaje de déficit previsto, rebajándolo del 8,1 % a casi la mitad, hundirá irremisiblemente nuestra economía. La entidad reguladora habla ya del círculo vicioso que tantos venimos, sin desmayo, denunciando: que recortar los salariales reales (bien por congelación o por rebaja) e incrementar al máximo la presión tributaria no actuarán como estímulos a la reactivación de nuestra economía sino que tendrán el efecto contrario: enterrar sus débiles posibilidades de recuperación.
Hasta tal punto se ha extendido la conciencia de que la envergadura del ajuste que afrontamos es incompatible con la recuperación, que el propio ministro de Hacienda, quien no es precisamente un revolucionario o un economista keynesiano, ha aceptado la imposibilidad de situarse en el objetivo de déficit previsto. Y no cabe sino decir, ante tal afirmación, lo que señalaba el martes en un espléndido artículo en La Voz el economista Manuel Lago: que «el ministro Montoro tiene razón».
De hecho, la necesidad de revisar con urgencia la política de ajuste draconiano que empezó el segundo Zapatero y el PP ahora continúa (forzando esa revisión en las instituciones europeas, que para algo estarán, además de para pagar sueldos fabulosos) no nace solo de la constatación de que así caminamos directos al abismo, sino también de una circunstancia adicional en la que no se hace el hincapié que sería de esperar: que el ajuste está imponiendo sacrificios terribles a una población ya muy golpeada por los años que llevamos de crisis económica.
Hablo, claro, de los cinco millones de parados, del cuarto de millón de empresas desaparecidas desde el inicio de la crisis y de los millones de asalariados que viven con unas de las remuneraciones medias más bajas de los países de la Unión y que, según informaba este lunes un diario económico español, pagan, junto a los suecos, el mayor IRPF de Europa en todos los tramos de renta.
Obviamente, muchos de los que sostenemos la necesidad de cambiar de política económica -vistos, además, los nulos resultados que para salir de la crisis ha dado la hasta ahora practicada- vivimos en el mundo y no planteamos olvidarnos de los ajustes y salir ahora con políticas expansivas en las que el remedio podría ser más grave que la enfermedad. Se trataría solo de ajustar el ajuste, es decir, de revisarlo mediante la introducción de incentivos al crecimiento y al abaratamiento del crédito. Se trataría, en una palabra, si se me permite decirlo, de hacer las cosas como Dios, quien, según es sabido, aprieta pero no ahoga. Pues el ahogo es, si no se afloja, la antesala de la muerte.
LA VOZ DE GALICIA, 27/1/12