Reportaje de ABC 01/12/13
· Alex Salmond se enfanga en su propia trinchera.
· La oposición denuncia la falta de realismo de su hoja de ruta independentista, y mujeres y trabajadores se resisten a apoyar el «Sí».
· Un nacionalista escocés ondea una bandera de Escocia en Edimburgo.
Los movimientos independentistas tienden a soñar con fronteras y pasaportes nuevos. Recurren al poemario romántico para reescribir himnos nacionales. Prometen un mundo nuevo. Y afilan las espadas para cortar las cabezas de los reyes. Nada de eso hay en las 649 páginas que contiene el Libro Blanco para la independencia de Escocia, presentado este martes en Glasgow por el presidente nacionalista, Alex Salmond. Su hoja de ruta aclara que no habrá fronteras; que quien quiera podrá guardar la doble nacionalidad; que en un escenario de independencia seguirían viendo la BBC; y que no cambiará la hora. «Por puro sentido común, se mantendría el actual huso horario», explican.
Por puro sentido común también, el nacionalismo escocés propone mantener a Isabel II como jefa de Estado de una Escocia independiente. En el proyecto de Salmond no hay guillotinas, ni odio, ni racismo. Por no haber, no proponen ni himno. Atrapado en su propia promesa electoral de convocar una consulta, y obligado a cumplirla por la histórica mayoría absoluta que obtuvo —contra todo pronóstico— en 2011, el líder del Partido Nacionalista Escocés se ve obligado a vender una independencia «light» con aires de confederación porque los sondeos indican que lo que los escoceses quieren es más autonomía.
Por ello, en lugar de asistir el martes al heroico nacimiento de una nación, con sus líderes ataviados a la manera de Sir William Wallace –la cara embarrada y falda escocesa de Mel Gibson en «Braveheart»-, el propio Salmond apareció con su «número dos», Nicola Sturgeon, «con aire de discretos y eficaces ejecutivos presentando un ejercicio de cambio de imagen corporativa, más que como excitadas comadronas», definió Rick Robinson, editor político de la BBC.
Salmond tiene margen para resolver los problemas tácticos más inmediatos de su proyecto. Las encuestas de los últimos tres meses dan, de media, una ventaja de 17 puntos al «No» a la secesión, un 49% de media frente al 32%. Si entre los hombres la diferencia es de nueve puntos, entre las mujeres el «No» gana por 69-31%, según el portal de referencia, «What Scotland Thinks». Para ponerle rostro femenino a la independencia, Salmond compartió el protagonismo al 50% con Sturgeon, su vicepresidenta, y la pareja centró su propuesta en algo muy concreto, nada épico: 30 horas de guardería subvencionada para los hijos de tres y cuatro años.
Pero el sentido común y el olfato político no le bastan para dar respuesta satisfactoria a los interrogantes estratégicos que plantea su propuesta. Como denunció el miércoles la líder de la oposición laborista en el Parlamento escocés, «el Libro Blanco es incapaz de avanzar qué moneda tendría una Escocia independiente», dijo Johann Lamont. El gobierno central ha repetido que la unión esterlina que propone Salmond es «muy, muy difícil». «Si se van del Reino Unido, se van de la libra», dijo Alistair Carmichael, ministro para Escocia de Cameron. Es posible que haya mucho de estrategia y de teatro. Pero las dudas económicas que plantea el sueño independentista minan el proyecto de Salmond. Sobre todo si se tiene en cuenta que «el futuro de la economía» es el factor principal para el 56% de quienes apoyan el «No» y el 65% de los indecisos.
El nacionalismo denuncia que el año pasado cada escocés pagó 12.800 euros de media en impuestos frente a 10.800 en Reino Unido. La oposición contesta que los ingresos por el petróleo del Mar del Norte serán inferiores y la deuda pública y el déficit superiores a las predicciones del Libro Blanco. «Lo que no se puede hacer es asumir el escenario más optimista y darlo por hecho en tus cálculos», denuncia Alistair Darling, exministro de Finanzas laborista y portavoz de la campaña «Mejor juntos». La incertidumbre de la secesión, por muy «light» que sea, es aún mayor en lo relacionado al estatus internacional de Escocia, un país de 5,3 millones de habitantes que representa el 9% del PIB británico.
Mensaje a Mas
La advertencia del presidente Rajoy de que una Escocia independiente se quedaría fuera de la UE –reiterada al unísono el viernes con Cameron en Lituaniaalcanzó las tierras altas, medias y bajas de Escocia. El mensaje es el mismo al proyecto de Artur Mas. Y hasta ahí llegan los paralelismos. El propio Salmond situaba en enero la vía independentista escocesa «en otro contexto que Cataluña». Irónicamente, frente a las claras dificultades de la vía separatista escocesa, la profundización en una autonomía «a la española» recaba un apoyo de más del 70% de los escoceses.
Los analistas coinciden en que si los unionistas pusieran sobre la mesa una ampliación de las competencias del Parlamento escocés, que solo controla el 7% de los tributos (se elevará al 15% en 2016), la aventura independentista quedaría olvidada. Pero conservadores, laboristas y liberales quieren arrinconar a Salmond en su propia trinchera. «Si les dejamos hablar de nuestras políticas en lugar de las suyas, les daríamos una ventaja táctica», admite a este periódico el ministro Carmichael. Diez meses son mucho tiempo. Y Salmond es un líder político muy popular en un territorio que es nación desde hace siglos, con su sistema legal, sus iglesias y sus selecciones deportivas, con lo que cualquier detonante podría inclinar la balanza. «Que Inglaterra gane el Mundial de Fútbol , por ejemplo», asegura con ironía un empleado de una multinacional en Glasgow sobre un proceso que va más de guarderías que de Braveheart.
Bruselas niega que una Escocia independiente siga en la UE
Joaquín Almunia alienta a los escoceses a votar en contra de la independencia
La eurodiputada laborista británica Catherine Stihler (de origen escocés), se lo preguntó la semana pasada en el Parlamento al comisario Joaquín Almunia: «El Gobierno escocés ha publicado el libro blanco sobre la independencia, en el que se trata de la relación de Escocia con la UE utilizando el artículo 48 como base, sin pasar por un proceso formal de acceso. ¿Qué opina al respecto? ¿Es posible que un país nuevo se una sin un proceso de adhesión?
La respuesta del responsable de Competencia del ejecutivo comunitario fue nuevamente de lo más contundente: «Mi posición, antes de que sea demasiado tarde, es alentar a los escoceses que voten contra la independencia. Segundo, si desafortunadamente, el resultado es favorable a la independencia, por desgracia los que están a favor del sí van a descubrir que un minuto después dejarán de ser miembros de la UE».
La posición de la Comisión es bien conocida y Almunia no hizo sino repetir el concepto que el presidente José Manuel Barroso y otros comisarios han mantenido al respecto y que se basa en el hecho de que la UE es una asociación de los estados que la componen (mencionados uno por uno en los tratados) por lo que si una parte de esos países se constituye en un estado independiente pasaría automáticamente a ser un país tercero. Lo que creen haber descubierto los asesores del líder independentista escocés Alex Salmond en su «Libro Blanco» es que el Consejo Europeo podría modificar los tratados por el método simplificado del artículo 48 para buscar una fórmula que permitiese que una Escocia independiente permaneciese en la UE como estado aparte.
Ese camino es igualmente azaroso, según los juristas. En primer lugar porque no estaría en manos de los independentistas escoceses la posibilidad de reclamarlo, sólo podrían acordarlo los actuales miembros del Consejo. Y en segundo porque, por supuesto, deberían ser aceptado por unanimidad de todos los países miembros y ratificado después a través de sus procedimientos nacionales, como una adhesión tradicional. Es poco probable que ni siquiera con la benevolencia del Reino Unido este camino pudiera ser utilizado sin despertar las reticencias de otros países que no apreciarían el ejemplo. Tampoco sería bien recibido por los países candidatos, obligados a seguir el procedimiento habitual del artículo 49.
Los independentistas escoceses tienden a pensar que el suyo es un caso único, pero el territorio de la UE está plagado de rincones donde los sentimientos nacionalistas provocan distorsiones con las fronteras nacionales. Si se admitiera este tipo de combinaciones, es probable que Hungría querría aprovechar para unificarse con la región de la minoría húngara de Rumanía (o de Serbia), que Rumanía reclamase igualmente el ingreso automático de Moldavia, por no hablar de las múltiples regiones secesionistas en otros países.
Reportaje de ABC 01/12/13