HERMANN TERTSCH – ABC – 05/01/16
· En esta deriva suicida, con consignas y sin verdad, sí podemos presumir de ser la vanguardia de Europa.
En esta Nochevieja, antes y después de las campanadas que daban entrada a este año 2016, se han producido unos hechos de enorme gravedad en pleno centro histórico de la ciudad alemana de Colonia, bajo las sombras de su célebre catedral. Unos acontecimientos que el jefe de la Policía de la ciudad, Wolfgang Albers, ha calificado de «delitos de una dimensión absolutamente nueva». En la ciudad, la conmoción es inmensa. Y, sin embargo, fuera de allí han tardado tres días en tener eco unos delitos violentos que tienen una inmensa relevancia social y carga política.
Porque no tienen precedentes en la Alemania moderna. Y porque evocan pesadillas de ancianas mujeres alemanas que aún recuerdan las violaciones masivas del Ejército Rojo. Lo sucedido, según decenas de denuncias, es que centenares de hombres no europeos se dedicaron durante horas a rodear a mujeres, abusar sexualmente de ellas y robarles bolsos, teléfonos y objetos de valor. En grupos, rodeaban a mujeres en las cercanías de la catedral y las sometían al robo y a tocamientos.
Según el sindicato policial, participaron unos mil hombres «de aspecto árabe o norteafricano», en un delito masivo sin precedentes. Destaca el sindicato la enorme violencia utilizada y el total desprecio a las mujeres vejadas y robadas. Los atracos y agresiones sexuales por parte de grupos de extranjeros habían aumentado últimamente, según reconoce ahora la Policía. En toda Alemania toman nota las autoridades. Pero no se quiere debatir mucho en público.
Enseguida surgen las voces que advierten de que la verdad puede generar racismo. Como en aquel escándalo de Birmingham con cientos de paquistaníes implicados en una trata de menores blancas con violaciones, vejaciones y secuestros. Nada pasó. Para evitar tensiones racistas. En Colonia, ya se verá. Saber de dónde son y vienen fomenta actitudes y opiniones aún más críticas con la idea de Angela Merkel de permitir la entrada incontrolada de centenares de miles de inmigrantes de África y Oriente Medio. En su inmensa mayoría, hombres. Veremos si el drama de Colonia hace surgir denuncias en otras ciudades en las que la vida de sus habitantes ha cambiado dramáticamente, en especial para las mujeres. «Asistimos a una nueva dimensión de la violencia», decía ayer el presidente del sindicato policial, Arnold Plickert.
Mientras, en París, la revista Charlie Hebdo saca un número conmemorativo del atentado del pasado año que le atribuye a «un dios asesino» al que dibuja con todos los atributos de la representación clásica del Dios cristiano con un fusil a la espalda. Como si a sus compañeros dibujantes y a los judíos del supermercado kosher los hubieran asesinado los jesuitas o un comando de teresianas y no unos comandos yihadistas que dejan muy claro que matan en nombre del islam. La verdad hace racismo. Y el miedo hace milagros. Para ocultarla.
El miedo al yihadismo tanto como el miedo a ser tachado de simpatizante de Pegida en Alemania, es decir, casi neonazi. Como en España el miedo a ser calificado de franquista o «facha» que desde la Transición penaliza la verdad hasta desterrarla en muchos campos. Esa corrección impuesta por la izquierda, acatada por la derecha acomplejada, abrazada por todos hasta dejar inerme a la Constitución y permitir esperpentos como la realidad catalana con un gobierno delincuente y unos delincuentes que quieren el gobierno y deciden la agenda.
Todos proclamando su desprecio a la ley. Y en el resto de España ya ha quedado también claro que la impunidad en aras de la armonía y la conveniencia política solo beneficia a los peores. En esta deriva suicida, con consignas y sin verdad, sí podemos presumir de ser la vanguardia de una Europa cuyas cuadernas crujen de forma atronadora.
HERMANN TERTSCH – ABC – 05/01/16