Experiencia piloto

IGNACIO CAMACHO – ABC – 05/01/16

· La descomposición del sistema político catalán tiene muchos vasos comunicantes con la situación general de España.

No te rías de lo de Cataluña. Primero, porque el asunto no es gracioso aunque parezca un esperpento, una farsa bufa, un sainete. Está en juego una parte sustancial de la estabilidad del Estado y los jugadores son tahúres de muy poca confianza. Segundo, porque toda calamidad es susceptible de empeorar (ley de Murphy) y aún existe la posibilidad seria de que Mas acabe resultando un estadista comparado con los que pueden sucederle; conviene esperar el desenlace antes de tomarlo a chacota. Y tercero, sobre todo, porque si te parece divertida esa colección de desatinos, esa cadena de disparates políticos y chantajes de barraca, espera a ver qué pasa en España.

El colapso catalán tiene un componente específico de delirio, una marca propia que es el proyecto de la independencia y su estela de ofuscación colectiva, capaz de generar una crisis retroalimentada entre el cuerpo social y sus representantes públicos; pero esa descomposición del sistema también contiene elementos genéricos que la asimilan con la situación española. No sólo el fracaso del modelo autonómico, estirado hasta el límite de la ruptura, sino también el ensimismamiento de la clase dirigente, la ausencia de liderazgos esclarecidos, la corrupción endémica, el hartazgo ciudadano y la consecuente radicalización progresiva de un electorado seducido por la prédica de los profetas del extremismo.

Todos esos fenómenos que han destrozado el tejido institucional de Cataluña son los mismos que han gangrenado la política nacional hasta conducirla al borde de un bloqueo catastrófico. Hay muchos vasos comunicantes entre la deriva catalana y la del conjunto del país. En ese sentido, el empeño identitario de los soberanistas constituye un pleno y absoluto fracaso: no quieren ser españoles, pero tampoco pueden evitarlo.

Por eso, antes de celebrar ese grotesco desbarajuste como el justo resultado de una porfía de desvaríos, mira a tu alrededor y fíjate en lo que está pasando. Gente confundida por el hartazgo que busca soluciones expeditivas, tajantes, nihilistas, y se entrega a la cháchara populista de los exaltados. Líderes extraviados incapaces de enderezar el rumbo por no abandonar sus prejuicios sectarios. Sectores mediáticos y sociales abrasados en la hoguera de su propio oportunismo. Utopías antisistema y falsos relatos del desastre convertidos en seductor señuelo por salvapatrias montaraces. Aparentes atascos de cualquier salida inteligente o sensata. Y un clima de cansado desistimiento que sirve de combustible para el radicalismo drástico.

No te burles del descalabro catalán como si se tratase de algo ajeno. Ese barullo sin salida, ese desbaratado marasmo, puede ser la experiencia piloto de nuestro futuro inmediato. El proceso de enajenada psicología social que muestra lo fácil y rápidamente que una comunidad próspera, estructurada, exitosa, puede mandarse a sí misma al carajo.

IGNACIO CAMACHO – ABC – 05/01/16