José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
- Ocurre que Pablo Iglesias ya ha hecho todo el mal del que era capaz y Belarra, más que discrepancia, suscita una cierta compasión por su subordinación a Montero. Y porque relata ese cuento de que “Podemos nunca ha estado mejor”
Los avisos a la izquierda procedentes de intelectuales y académicos próximos a sus posiciones parecen caer en el vacío. El ejemplo más a mano —aunque la relevancia del personaje sea menor— lo ofrece Ione Belarra, que este sábado en Valencia ha presentado triunfalmente su candidatura para sustituir a Pablo Iglesias contando ya con avales sobrados. Hoy se cierra el plazo para la presentación de candidaturas y no hay duda de que la navarra y ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030 sustituirá al exvicepresidente segundo del Gobierno en la secretaría general. Esta joven política, sin trayectoria profesional o de gestión, comulga con los mantras de Podemos, pero estará maniatada por los compañeros de la lista: ahí están Irene Montero, de la que será peón, el inevitable Pablo Echenique, Isa Serra, Rafa Mayoral, el siempre mustio —de apariencia— Julio Rodríguez, ex JEMAD, y hasta la supuesta o cierta ‘niñera’ de los Iglesias Montero, Teresa Arévalo. Y tres secretarios del Estado: Nacho Álvarez, Noelia Vera y Juanma del Olmo, entre otros nombres más.
De esta nueva dirección —que se elegirá el 12 y 13 de junio en Vistalegre IV— no saldrá la candidata de Unidas Podemos a las elecciones generales, Yolanda Díaz, que es militante del PCE, estableciéndose ‘de facto’ una bicefalia que complica las cosas a un partido que las tiene ya enredadas hasta el extremo. Fundamentalmente por la gestión de Pablo Iglesias, que ha dejado devastado el partido. El 70% de los consultados por GAD-3 en un sondeo que leo en ‘El Correo’ y en otros periódicos de su grupo aplaude su marcha. Él mismo percibió esa aversión al reconocer que despertaba los “afectos más oscuros”. Pero el mal estaba hecho: los morados se deslizan en caída libre y por eso suenan a hueco las palabras de Belarra: “Podemos está mejor que nunca” y “en las mejores condiciones para ser la primera fuerza progresista de España”, expresiones que enlazan con las muy cursis y un tanto ‘machistas’ de la propia Yolanda Díaz que, con una especie de extraño misticismo, dijo que “Pablo Iglesias está hoy con nosotras y, por tanto, no tengamos ningún temor. Pablo Iglesias va a caminar con nosotras como siempre ha hecho”. Pues que santa Lucía les conserve la vista porque ni Podemos está “mejor que nunca” ni Iglesias suscita la más mínima adhesión, sino un mayoritario rechazo.
La encuesta de GAD-3 atribuye a UP 17 escaños (ahora tiene 35) y la de este lunes de ‘La Razón’ le augura una horquilla de 19-21 diputados. Un desastre completo. Y Belarra, en vez de expresarse con cierta verosimilitud, desafía la realidad con ese ofensivo tratamiento a sus votantes y militantes —entre infantil e insustancial—, a los que habría que infundir esperanza cuando ellos son perfectamente conscientes de que el partido morado es ahora una chalupa en la tempestad que solo tendrá representación en el Congreso en unas próximas elecciones generales gracias a la estructura del Partido Comunista de España, al que Iglesias ha entregado su escuálido legado y, en concreto, a la propia Yolanda Díaz y a su secretario general, Enrique Santiago. De Podemos quedará, más o menos, lo que quede de Ciudadanos, o sea, muy poco, aunque los efectos del hundimiento del partido naranja y del morado serán —lo son ya— muy diferentes. El PP aumenta sus posibilidades absorbiendo a Cs y el PSOE no recoge nada de Podemos e, incluso, lo arrastra en su caída. La coalición de gobierno está herida de muerte y la lesión se agravará con las concesiones que Sánchez tenga que hacer a los independentistas.
La izquierda, tanto la del PSOE como la de Unidas Podemos, se ha abonado a la narrativa creativa, a los cuentos chinos, a la recreación de la realidad, de la que no la han rescatado ni los resultados del 4 de mayo en Madrid, ni la huida, tan anticipatoria del fracaso, de Pablo Iglesias, ni la sucesión de expresiones sociales de rechazo ni la secuencia de encuestas y sondeos negativos para sus expectativas electorales. Por lo demás, a la dirigencia de la izquierda le faltan solvencia técnica, capacidad de gestión, y le sobran artificiosidades, ocurrencia y declaraciones contradictorias. Todo eso constituye el epítome de un progresismo desorientado que José Álvarez Junco trata con lucidez en “Renovarse o morir”, un buen artículo en ‘El País’ de este domingo en el que repasa sus errores de percepción y de empatía con los ciudadanos, constatando un rasgo peligroso de estas izquierdas españolas: el relegamiento de la libertad “a segundo plano”, lo que lleva al historiador a aconsejar que la izquierda regrese a la socialdemocracia europea anterior a 1980 que “se comprometía con la democracia parlamentaria y el mercado libre como motor del crecimiento económico, aunque complementado con un estado de bienestar o colchón protector para los más débiles”.
La izquierda no solo ha entregado la bandera de la libertad a la derecha sino que le ha dado el discurso nacional por su “mala conciencia»
La izquierda —siguiendo a Álvarez Junco— no solo ha entregado la bandera de la libertad a la derecha, sino que la ha apoderado con el discurso nacional por su “mala conciencia ante un españolismo asociado al franquismo” que le hace coquetear con los “nacionalismos periféricos”. Desde la perspectiva —que suscita consensos muy amplios— que ofrece en su texto este historiador de referencia, Podemos ha sido un lastre para el PSOE y lo sigue siendo. Ocurre que Pablo Iglesias ya ha hecho todo el mal del que era capaz y Belarra, más que discrepancia, suscita una cierta compasión porque sobre su falta de cualificación añade su subordinación a Irene Montero, de la que será una mera vicaria. Sobre todo cuando relata ese cuento de que “Podemos nunca ha estado mejor”. Sigan por ahí. Y, al fondo, el precipicio.