VICTORIA PREGO, EL MUNDO – 25/05/15
· El partido ganador de estas elecciones ha perdido, sin embargo, la mayoría absoluta que le permitía gobernar en casi toda España. Ahora depende de que Ciudadanos le preste un apoyo que no tiene garantizado.
Con razón insistía el Partido Popular en alcanzar con el PSOE un acuerdo para que en las elecciones que estaban por venir gobernara la lista más votada. Lo sucedido ayer demuestra que, si ese acuerdo se hubiera alcanzado, el PP se habría presentado como claro vencedor de las elecciones municipales y autonómicas ahora celebradas. Porque es verdad que ha sido la fuerza más votada en la mayoría de comunidades y en la mayor parte de los ayuntamientos de las grandes ciudades. Pero de ahí a que el efecto de la victoria dure más allá del 13 de junio, que es cuando se constituyen los consistorios, hay un mundo. Porque la dura realidad es que los populares han perdido la mayoría absoluta en toda España, lo cual significa que, en el mejor de los casos, podría aspirar a ocupar el poder si alcanzara pactos con Ciudadanos, la única fuerza que en principio estaría dispuesta a tratar con ellos el asunto, lo cual no quiere decir que estuviera también dispuesta a facilitar al PP los gobiernos a los que este partido aspira en múltiples municipios.
Esperanza Aguirre decía ayer noche que su partido debería acceder al poder –se refería a Madrid pero su razonamiento vale para todo el país– siempre y cuando no hubiera pactos entre otras fuerzas que lo impidieran. Pero eso es exactamente lo que va a pasar porque, dado el peso enorme de Podemos en determinadas localidades como la propia Madrid y no digamos en Barcelona, el Partido Socialista no va a desdeñar, no puede de hecho desdeñar, la opción de llegar a acuerdos con la formación de Iglesias. Por no hablar de las opciones de gobiernos pentapartitos o incluso hexapartitos que asoman en el horizonte. De tal manera que, por mucho que haya ganado las elecciones, y eso es un hecho, el Partido Popular queda en manos de Ciudadanos, que calculará al milímetro a quién da su apoyo y a quién se lo niega porque, aunque su éxito es indiscutible en estas elecciones, su objetivo está puesto en los comicios generales del mes de noviembre y tiene que preparar muy bien su estrategia y huir de la imagen de que es la muleta del PP.
Por lo tanto, la victoria de los populares corre el riesgo serio de convertirse en derrota en cuanto se abran las mesas para las negociaciones. Y entonces se hará evidente lo que ahora mismo no es más que un mal augurio: que el PP pierde el poder de una manera masiva o, por lo menos, muy importante. Y en sentido contrario nos encontraremos muy previsiblemente con un Partido Socialista que, habiendo quedado como segunda fuerza en el mejor de los casos, cierra pactos con Podemos y con otros pequeños partidos de izquierda y se hace con el poder en ayuntamiento y en comunidades autónomas. Y entonces sí que cobraría su auténtico sentido aquella frase tremenda que Alfonso Guerra pronunció en 1996 y en la que hablaba de «una amarga victoria» y de «una dulce derrota». La situación puede volver a darse ahora pero esta vez con una directa traducción en la realidad, lo cual no ocurrió en aquella ocasión.
Podemos ha logrado un éxito indiscutible en ciudades tan simbólicas y de tanta importancia como Madrid o Barcelona. En Madrid es segunda fuerza pisándole los talones a Esperanza Aguirre. Y puede hacerse con la alcaldía con sólo sumar sus 20 concejales con los escasísimos nueve conseguidos por el socialista Carmona. Y así veríamos como el PSOE se convierte en subsidiario de una fuerza nueva, la que antes se llamaba emergente y que ha emergido ya con toda sus fuerzas.
Si el PP está pagando con su amarga victoria el comportamiento mantenido en el reciente pasado frente a la corrupción y la aparición constante de nuevos casos hasta las mismas vísperas de las elecciones –y eso se ha visto en Madrid con claridad– en Barcelona y, en general en Cataluña, ha sido Artur Mas el que ha pagado con su derrota en la capital, en Tarragona en Lleida y en muchos otros grandes municipios, su apuesta por convertir estas elecciones en una suerte de avance de referéndum por la independencia. Pero la operación le ha salido rematadamente mal porque ni siquiera ERC ha recogido masivamente los votos que CiU ha perdido. Y, con esto, el soberanismo, que es su gran apuesta, su gran reto, su obsesión, ha quedado seria y gravemente tocado.
El Partido Socialista puede acabar siendo el más beneficiado de unos resultados electorales que le dan mayoritariamente por perdedor. Y Pedro Sánchez tiene motivos para sentirse reforzado. El primero de ellos es que acaba de recuperar Extremadura para el PSOE con la ayuda de Podemos y esa es una hazaña que se apunta en su favor. Y el segundo motivo es que, si llega a alcanzar pactos con otras fuerzas políticas de izquierda, y tiene dónde elegir aunque la más destacada es Podemos, podrá hacerse con un buen número de ayuntamientos y gobiernos autonómicos incluido el simbólico de Castilla La Mancha, donde María Dolores de Cospedal se ha quedado a un escaño de la mayoría absoluta.
Lo mismo que le ha sucedido a Cristina Cifuentes, a la que le ha faltado un escaño para la mayoría absoluta y puede perder por lo tanto, la posibilidad de gobernar si no logra pactar con los de Albert Rivera. E incluso aquí, el acuerdo PSOE- Podemos- Ciudadanos podría dar el gobierno a los socialistas aunque esa opción es improbable. Con este panorama, que es extensible a toda España, el secretario general del Partido Socialista saldrá reforzado dentro y fuera de su formación. El poder se tiene cuando se gobierna y no se tiene cuando se está fuera del gobierno por mucho que se haya ganado en votos. Y eso es lo que le va a suceder al Partido Popular si no consigue el apoyo de Ciudadanos.
Esta formación y la de Pablo Iglesias se han convertido en los árbitros de la vida política española. En sus manos están las decisiones que permitirán gobernar a uno de los dos grandes partidos y sus condiciones tendrán que ser acatadas en su gran mayoría. Las que plantea Ciudadanos son bastante razonables si excluimos su pretensión absurda de imponer el sistema de primarias a los partidos que requieran su apoyo. Esta es una cuestión que no se puede imponer, que se debe proponer en el Congreso y que es conveniente negociar entre partidos para intentar incluirla en la legislación. Pero el resto de condiciones es aceptable. Otra cosa es lo que plantee Podemos porque el programa que presentaron antes de la campaña incluía propuestas que difícilmente podrá aceptar el PSOE so pena de desdibujar su identidad, algo que no le conviene sobre todo si fijamos la vista en las próximas elecciones generales.
¿Han sido los comicios de ayer una primera vuelta de la convocatoria de noviembre? No es probable pero, si así fuera, esta es la oportunidad de que los electores asistan al ejercicio de lo que los partidos emergentes llaman «la nueva política» que consiste, según Podemos, en que ahora se gobernará «para la gente», como si hasta ahora se hubiera gobernado «contra la gente». Será de un alto interés ver a Ada Colau y a su equipo conducir y gestionar una ciudad como Barcelona, la más importante de España junto con Madrid. Porque en la acción municipal no todo se resume en evitar los desahucios y en subir los impuestos. Y porque los políticos recién llegados a la política pueden cometer graves errores de principiantes si no asumen con humildad que de esa tarea que los ciudadanos les han encargado no tienen experiencia alguna y, por lo tanto, tiene poca idea.
Ha llegado el momento de que demuestren con los hechos, no con las protestas ni las acusaciones, lo que es esa «nueva política» que nos va a hacer a todos más demócratas y más libres además de más igualitarios y más honestos. De esto último no tiene por qué haber dudas porque los recién llegados a las cercanías del poder no han tenido hasta ahora ocasión de administrarlo y por lo tanto no han tenido tampoco ocasión de mancharse con él.
Pero de aquí a final de año veremos cuál es el juicio ciudadano sobre los nuevos gobernantes y si ese juicio se impone positivamente al juicio que merezca a los electores el balance del éxito económico que el Gobierno de Mariano Rajoy presentará como sus credenciales.
Victoria Prego es Adjunta al Director de EL MUNDO.
VICTORIA PREGO, EL MUNDO – 25/05/15