La vil cadena

ARCADI ESPADA, EL MUNDO 17/08/13

· Querido J: En uno de los libros más hermosos que se habrán escrito sobre la ciudad, hermoso desde el título, Barcelona y sus vidas (La Veleta, 2010), hasta la última glosa sobre la extraña logia de Los ficticios, Carlos Pujol escribe que su pretexto literario ha sido «una ciudad de la que todos somos dueños y que se parece sospechosamente a cada uno de nosotros». Palabras para un alcalde. Para un alcalde cualquiera que sufra la tentación (o la orden) de acometer operaciones de limpieza de la memoria. Para este alcalde Trias, que acaba de quitar la lápida conmemorativa de la Constitución de 1837 que figuraba en la fachada del Ayuntamiento de Barcelona. Un alcalde de verdad no quita lápidas ni nombres ni huellas; porque la ciudad es su casa y todos los que allí tomaron decisiones, sus antepasados. Las ciudades se limpian periódicamente de recuerdos mal vistos contra la opinión, precisamente, de los alcaldes verdaderos: siempre por la irrupción de los jefes políticos y sus periódicas necesidades. Un alcalde es el gestor de un territorio desmilitarizado, porque eso es una ciudad verdadera. De ahí que se le exija independencia de criterio y una voluntad antisectaria. ¡De ahí incluso la alcaldada! No es el caso de este supuesto alcalde Trias, mero funcionario espeso del diktat nacionalista.

La lápida constitucional honraba el muro desde el 19 de noviembre de 1840. Resistió a Francisco Franco pero no a Xavier Trias. Los motivos de la conducta del funcionario nacionalista son evidentes. ¡Constitución, ni la de 1837! Pero he de decirte, querido amigo, que su gesto, aunque él lo ignore, está plenamente justificado. He ido a buscar la colección de nuestro querido Diario de Barcelona (un alcalde de verdad se gastaría el dinero de su albañilería soberanista en digitalizar la colección del decano de la prensa continental) por si hubiera noticia de la colocación de la lápida, aquel noviembre. Y la había, la había. No solo la noticia, sino un extracto del discurso que pronunció el representante del Gobierno del Estado, Juan Ramon Llorente. Léelo y comprenderás hasta qué punto lo que dice es incompatible con las órdenes que debe cumplir el funcionario Trias: «Aunque mudo, este mármolespresivo es para señalar a los buenos barceloneses los derechos que deben siempre defender y los deberes que tienen siempre que cumplir: consignados están unos y otros en la Constitución: conservarla y defenderla. El pueblo que respeta y hace respetar las leyes no será nunca esclavo.

Ciudadanos: amigos: sea la Constitución la victoriosa bandera que nos guíe a sostener unidos y resueltos la independencia nacional y el trono de Isabel II. Y si torpe é hipócrita absolutista se afana á desuniros para luego venceros: si pérfida estrangeracodicia, envidiosa de la prosperidad á que podeis llegar, se agitare mañana para sumiros en la miseria y tras de esta en la esclavitud: si los enemigos de la libertad é independencia española (objetos que hemos de defender hasta morir, si es preciso) impotentes para arrancar esta lápida custodiada por un pueblo decidido, por un invicto ejército y por un caudillo ilustre, tejiesen infames lazos para conseguir que sean vuestras propias manos las que incautas labrasen la vil cadena con que intentan oprimiros; pasad por esta plaza, volved la vista á este sagrado lema, él hará penetrar hasta el corazon de todo buen catalan el grito de la patria; él os recordará que para ser libres es preciso ser justos. Ciudadanos, viva la Constitución, viva Isabel II constitucional, viva la independencia nacional, viva la Milicia ciudadana».

Vuestras propias manos las que incautas labrasen la vil cadena… Aún comprenderás mejor al funcionario albañil Trias, que ayer mismo anunció su plena disposición a encadenarse.

La lápida corresponde a un tiempo, a un siglo, a una revolución y una burguesía frustrados. En la web dedicada a la Constitución de 1978 hay anotado con mucho acierto algo sobre ese tiempo. Una cita de Teófilo Gautier y su Viaje a España (1840): «Sobre un antiguo palacio transformado en casa municipal [en Irún] vimos por primera vez el rótulo en yeso blanco que deshonra muchos otros antiguos palacios con la inscripción Plaza de la Constitución. Está claro que lo que está en el ambiente debe salir por algún lado; y, por mi parte, creo que no sabría escogerse mejor símbolo para representar el estado actual de España que un puñado de yeso sobre granito». Sí, era el estado de España. Pero también el deseo de ponerle remedio. La Constitución de 1837 fue pactada por los dos grandes partidos españoles, el Progresista y el Moderado, para que, como con meritoria síntesis describe la wiki, «se permitiera la alternancia de los dos partidos liberales sin que cada vez que cambiara el Gobierno hubiera de cambiar la Constitución». Es decir, para que germinara ese suelo común (aborto, educación, ciudadanía…) que aún hoy se echa de menos en la ley de España.

El funcionario nacionalista Xavier Trias, en funciones de alcalde, arranca la lápida que recuerda el fracasado intento español de pacto y razón del 37. Su desgraciado oportunismo tiene poca importancia. Lo que habrá que saber, y lo sabremos muy pronto, es eso, en mayúsculas, del francés. Si el Estado actual de España es un puñado de yeso sobre granito. Sigue con salud.

ARCADI ESPADA, EL MUNDO 17/08/13