ABC-IGNACIO CAMACHO

Vox y Ciudadanos se comportan como diletantes de la política espectáculo, incapaces de un mínimo sentido pragmático

EN medio de la verborrea general, del desaforado palique del postureo, Pablo Casado parece haberse dado cuenta de que la actitud más digna e inteligente es el silencio. Al antes hiperactivo y locuaz líder del PP, que pasó la campaña en una especie de delirio verbal tan intenso como errático, le basta con permanecer callado para abrirse un espacio de sensatez en este ambiente de sobreactuación y de cháchara estéril que asemeja una mala función de teatro. Si se repitieran las elecciones, Sánchez sería el vencedor claro pero los populares podrían acercarse a los ochenta escaños, y no subirían más porque muchos votantes de Vox se inclinan todavía a la abstención como refugio de su rápido desencanto. Los dirigentes de las otras dos fuerzas del bloque liberal-conservador se comportan como incompetentes aficionados, diletantes gritones e inexpertos, incapaces de mostrar un mínimo sentido pragmático. Sólo el viejo partido de la derecha actúa con una cierta responsabilidad de veterano consciente de que sus electores le han hecho un encargo: impedir que gobierne la izquierda allá donde sea posible un acuerdo que le cierre el paso.

En estas circunstancias, trabajar con sosiego y sin alharaca es la mejor idea. Por la boca muere el pez. Que hable Rivera, necesitado de autojustificarse, de explicar sus vetos desparramados y, sobre todo, de que se le entienda. Que hablen los portavoces faltones e insolentes de ese Vox cada vez más escorado hacia una irrespetuosa intransigencia. El PP crece por contraste mientras su competencia se enreda en una fatua gresca, en un lamentable espectáculo de mutuos recelos y quejas lastimeras. Sólo puede sacar rédito de esa estúpida querella que exhibe la bisoña limitación de las formaciones nuevas. Es cuestión de temple y paciencia.

De Ciudadanos ya se conocían sus contradicciones, su comportamiento inestable, sus remilgos, su inmadura megalomanía, su falta de solidez y de compromiso en las circunstancias decisivas. De Vox sorprende la prontitud con que ha malversado su aparente habilidad para la comunicación populista convirtiendo su discurso en una mezcla de exabruptos bruscos y retadores, entre el gamberrismo y la bravuconería. Unos y otros carecen de conocimiento estratégico, de tacto, de discreción, de pericia. Interesados únicamente en el ruido mediático, en la algarabía, en la gestualidad, en el relato de apariencias, se están demostrando inhabilitados para el trabajo adulto, de ajuste fino, que exige la política.

Casado tiene una oportunidad de oro si sabe ordenar prioridades en la forma adecuada. Quizá tenga que aceptar la pérdida de alguna plaza y entender que hay momentos en que el poder no es el único factor de importancia. Lo que se juega no es el Gobierno de un par de autonomías sino el liderazgo de la oposición en España. Y están a punto de regalárselo del modo que acaso menos esperaba.