EL CORREO 29/11/13
· La viuda de un asesinado por ETA, un profesor y uno de los promotores de las visitas de víctimas a las aulas explican un proyecto destinado a promover la convivencia.
«Compartí con ellos el día más triste de mi vida». Mari Carmen Hernández se sentó el curso pasado delante de un centenar de jóvenes de 16 años para explicarles cómo el 4 de junio de 2000 unos pistoleros de ETA asesinaron a su marido, José Mari Pedrosa, concejal del PP en Durango. Aquel asesinato supuso el punto y final a una campaña de presión y acoso, de pedradas en su casa, de pasquines esparcidos en su escalera, de insultos lanzados por algunas personas «con las que había llegado a jugar» en su infancia. «Ves la impasibilidad de la gente», dice.
Hernández fue una de las personas damnificadas por el terrorismo que se prestó a participar en el programa de ‘Víctimas educadoras’, impulsado durante el Gobierno de Patxi López. La idea es que quienes han sufrido el dolor en primera persona cuenten su vivencia a alumnos de Secundaria y Bachillerato. No sólo acuden afectados por la violencia de ETA, sino también por grupos de ultraderecha como el Batallón Vasco Español y los GAL.
Ayer le tocó explicar cómo fueron sus visitas a los colegios en una mesa organizada por el Deusto Fórum, en la que también tomaron parte Xabier Etxeberria, profesor de Ética de la Universidad de Deusto y uno de los coordinadores de las citas, y Jesús María Mujika, portavoz de la Fundación Korta, creada en recuerdo del empresario guipuzcoano asesinado en agosto de 2000, y profesor de una ikastola donde se desarrollaron las charlas, que en principio continuarán a lo largo de esta legislatura. Desde perspectivas diferentes, los tres coincidieron en valorar de forma positiva una iniciativa que nació entre «recelos» de algunos sectores.
La viuda de Pedrosa admitió la «intranquilidad» con la que abordó el primer encuentro. Explicó a los jóvenes que «el odio no es buen compañero de viaje», que sólo genera «sufrimiento» y que es necesario «sembrar esperanza».
«Les extrañaba que no sintiera odio, que pudiese perdonar», rememoró Hernández, una víctima de ETA que también admite que las madres de algunos etarras pueden estar «sufriendo» al ver cómo sus hijos se han convertido en terroristas. «Conozco gente así», sostuvo la viuda de Pedrosa, quien, en todo caso, también admitió que hay familiares que actúan justo al revés, incitando a los jóvenes a entrar en ETA. Los alumnos le preguntaban si sabía quién había matado a su marido, si los habían detenido… «Son impulsivos», subrayó Hernández.
«Voluntad de paz»
Antes había tomado la palabra Mujika, quien admitió las dudas que generó en algunos profesores de su centro la posibilidad de que las víctimas fuesen a las aulas. «Había algunas voces críticas desde el desconocimiento», explicó el profesor de la ikastola guipuzcoana, quien en ningún momento dudó de los alumnos. Sí de otros. «En el profesorado y los padres falta una verdadera voluntad de paz».
A su juicio, la sociedad civil ha sufrido «una degradación moral que se ha trasladado a las nuevas generaciones». Para Mujika, la presencia de los afectados por la violencia ha sido fundamental. «Hoy tenemos conciencia de la realidad de las víctimas». Unos planteamientos muy similares a los expuestos por Etxeberria.
El profesor de Ética recordó que el proyecto de ‘Víctimas educadoras’ buscaba superar una «laguna» hasta ese momento existente: el «crudo abandono» al que habían estado sometidos los afectados por el terrorismo. Etxeberria recalcó que antes de que una víctima fuese a las aulas se realizaba una preparación, se le explicaba que tenía que tener una función educadora, que tenía que representar a todas las víctimas y que era necesario que hubiese superado el «proceso de duelo».
Mujika leyó una nota escrita por un adolescente después de escuchar en su ikastola a una víctima del terror: «Esta charla puede servir mucho para darse cuenta de que el odio no sirve para nada».
«Lamentar el daño causado puede ser un ejercicio de cinismo»
Etxeberria, Mujika y Hernández también aludieron al papel de la izquierda abertzale a preguntas de los asistentes al foro. «Decir que lamento el daño causado puede ser un paso positivo o un ejercicio de cinismo. Es decir, lamento el daño causado a la víctima, pero estuvo bien matarla. Mientras no se condene el pasado, la herida no se puede cerrar», remarcó el profesor de Ética. «No tengo demasiada esperanza de que la izquierda abertzale utilice la palabra condena», admitió Mujika, a quien se le preguntó si ve factible que la Federación de Ikastolas emita algún día un comunicado condenando de forma oficial el terrorismo. «Mientras no lo haga la izquierda abertzale, no será fácil».
EL CORREO 29/11/13