TONIA ETXARRI-EL CORREO

Como Ciudadanos siga empeñado en reclamar coherencia a Pedro Sánchez entre lo que promete y lo que hace acabará cayendo en una profunda melancolía. Cierto es que el jefe de La Moncloa se comprometió a no gobernar con populistas y a no pactar nunca con Bildu. Como también es cierto que se comprometió a traer al fugado Puigdemont ante la justicia porque la Fiscalía («¿de quién depende? Pues eso») estaba en ello. Ha terminado haciendo todo lo contrario. ¿Y? ¿Acaso le penaliza su pulsión por no decir la verdad ni al médico? En otros países, a los políticos que mienten les cuesta la carrera porque acaban dimitiendo. En el nuestro, no. En otros tiempos no muy remotos el ministro de Industria del Gobierno de Rajoy, José Manuel Soria, tuvo que dimitir y abandonar la política por no haber sabido explicar la participación de empresas familiares en paraísos fiscales.

En los tiempos modernos de la portavoz socialista, Adriana Lastra, en los que se pretende aparcar a los mayores después de haberlos servido bien, la mentira de los gobernantes sale gratis. Incluso la imputación. Podemos tiene algunas cuentas pendientes con la justicia y nadie piensa dimitir.

El barómetro del CIS de Tezanos viene a avalar esta tesis. Premiando a Ciudadanos por haberse acercado al Gobierno y a Abascal frente a Casado después de la escenificación de la ruptura del centroderecha. Pero el PSOE mantiene con holgura el primer puesto aunque la coalición acusa cierto desgaste. Sánchez e Iglesias, mientras amarren los apoyos del PNV, ERC y Bildu, podrán seguir cada uno a lo suyo. Porque no hay alternativa de gobierno.

Sánchez eludiendo dar explicaciones sobre sus alianzas con Bildu e Iglesias haciendo oposición al Gobierno desde su vicepresidencia para marcar perfil propio, demostrando que a su derecha está el PSOE, que solo él es capaz de aglutinar a la extrema izquierda y que puede escenificar cuando quiera que Sánchez depende de él para seguir gobernando.

El PNV propaga que «quien lleva la voz cantante en el Gobierno, se quiera reconocer por algunos o no, es el PSOE». A ver si a fuerza de repetirlo, se da la vuelta al mantra. Quizás tenga razón y al final lo que está haciendo Iglesias es no solo porque se lo consiente Sánchez sino porque está de acuerdo con él. De momento lo que estamos viendo es que Iglesias nos explica el grado de complicidad alcanzado con Bildu mientras Sánchez elude dar explicaciones. No solo eso. Le hemos visto encelarse con el PP advirtiéndole de que no va a poder «derribar al Gobierno» cuando tiene, entre sus socios de Bildu, una amenaza expresa de querer «tumbar el régimen».

Mal cuando un Gobierno es incapaz de explicar sus decisiones. Ha tenido que salir Ardanza en su ayuda para dar la bienvenida a los «hijos pródigos» de Bildu. A unos les ha parecido un insulto cuando no una aclaración de los orígenes del terrorismo. A otros una ironía. Lo que resulta evidente es que al PNV le ha salido un competidor en el campo de la negociación en Madrid. Veremos en este pulso quién va a llevar la voz cantante.