Lágrimas conservadoras

IÑAKI EZKERRA, ELCORREO 21/01/13

· La verdad es que las lágrimas del poder resultan siempre cuestionables.

En Twitter se han burlado de Soraya Sáenz de Santamaría por apelar al sentimentalismo en la presentación del nuevo Fondo Social de Viviendas que permitirá alquilar 6.000 inmuebles a las familias desahuciadas. Desde luego, los de Twitter ¡cómo son! Para uno de nuestros gobernantes que trata de no parecer una estricta gobernanta, se le echan encima. Al margen de si le quedó o no sobreactuado ese arrebato de lirismo, lo cierto es que la vicepresidenta parece ser la única en el Gabinete de Rajoy que se ha dado cuenta de que no se puede estar todos los días anunciando al personal medidas durísimas a cara de perro.

Uno deduce que lo que les ocurre a los miembros del actual Ejecutivo es que se sienten sobrepasados y carecen de tablas para disimularlo; que, como saben que sus recortes van a resultar impopulares digan lo que digan y hagan lo que hagan, reaccionan a la defensiva y con una inexpresividad que quizá es pura fachada. No sólo la sensibilidad puede ser apariencia; también la insensibilidad. Pero la verdad es que un poco de empatía, de eso que llaman inteligencia emocional, no les vendría mal a las Báñez, a los De Guindos y a los Montoros porque la gente también es humana y la frialdad facial la entiende como indiferencia o desprecio.

La única que suele hacer un esfuerzo por sintonizar con la ciudadanía atribulada en esa envarada foto de grupo, es, como digo, Soraya. Da igual que se rían de ella en Twitter. No viene mal alguna lágrima conservadora tras el empacho de ‘Lágrimas socialdemócratas’ que padecimos durante dos legislaturas y de las que hablaba Santiago González en su indispensable libro. La verdad es que las lágrimas del poder resultan siempre cuestionables. Recuerdo una que echó una vez Aznar en el País Vasco a bombo y platillo y que, más que una lágrima, parecía que se le había metido algo en el ojo. Digamos a su favor que el llanto no era lo suyo.

Probablemente, las lágrimas políticas que a uno más le han impactado en su vida fueron las de Sandro Pertini cuando caminaba sobre los escombros del terremoto de Irpinia en noviembre de 1980. Pertini era un hombre duro al que no le había temblado la mano en su juventud para firmar el decreto de ejecución de Mussolini. Pero, al caminar entre los cadáveres de sus compatriotas, se derrumbó. En aquellas mismas fechas dirigió a la nación italiana un discurso televisado que ha quedado como un ejemplo de emotividad y sobriedad. Lo que convence en él es que no muestra una sola lágrima, ni falsa ni verdadera. No se ve tampoco la mano de ningún escenógrafo indicándole que hable de pie o de rodillas. Se le ve a él sentado y recostado hacia atrás, cosa que hoy le desaconsejarían los demagogos de la imagen. Se le ve como era, sin imposturas; consternado, grave, pero natural, sereno, digno. Pertini era un hombre anterior a la ‘era de la imagen’. Quizá por eso, su dolor no necesitaba parecer de verdad.

IÑAKI EZKERRA, ELCORREO 21/01/13