- Alea Jacta Est. La continuidad de Junts en el gobierno catalán se decidirá mediante una consulta a sus bases
Jordi Turull, que el otro día lloraba en el programa de RAC1, la emisora pro separata del Conde de Godó, comparecía en rueda de prensa ante los medios ayer por la tarde. Contrito, sí, pero con un punto de mala leche reprimida. Tratábase de comunicar a la canallesca que la neoconvergencia va a someter el seis y siete de octubre a su militancia si continúan o no en el gobierno de coalición – es un hablar – presidido por Esquerra. La pregunta es simple: “¿Quieres que JxCat siga formando parte del gobierno de Cataluña?”. No se trata de una marcianada como la del butifarréndum de Artur Mas, recuerden, “¿Quiere que Cataluña sea un estado? Y si es así, ¿independiente?”. Reconozcámosles a los herederos del pujolismo corrupto, barnizado de purpurina dorada para que creyeran que era probo y recto, que la pregunta es un avance. Nada de barrocas invocaciones a la patria, mandatos, conjuras, imperativos ni paisajes bucólicos. La cosa podría haber sido incluso más clara, o sea, algo como «¿queréis que sigamos viviendo de esto o nos inventamos otra cosa?»
No nos cabe duda que los miles de cargos que dependen de si Junts sigue o no en el gobierno es lo que pensarán a la hora de votar, aunque si hemos de hacer caso a La Vanguardia, diario también propiedad del eximio Conde de Godó, a muchos de los que votarán les suda el Nabucodonosor. ¿Razón? Seguir o no controlando destinos y gabelas se la trae al pairo porque ya no dependen de ello. El rotativo, que durante el franquismo se llamó, prudentemente, La Vanguardia Española y que aceptaba que desde El Pardo se nombrasen o cesasen sus directores, afirma que la mayoría de asistentes a los actos separatistas del 1 de octubre pertenecían a la tercera edad. Se jubilaron en su día de sus cargos en la administración autonómica y ya pueden irles detrás tocándoles la gralla, que lo mismo les da que les da lo mismo.
El cabreo, no obstante, es de los que hacen época. Turull en sus declaraciones ha insistido en no desvelar lo que piensa votar “por respeto al militante y por mantener una radicalidad democrática total”. Manda carallo. El mismo individuo que se pasó por el arco de triunfo los derechos de la mayoría de los catalanes con el golpe de estado y que está dispuesto a volverlo a hacer, ahora se nos pone exquisito. Además, oigan, que está el hombre ofendidísimo con Esquerra a los que poco menos que trata de traidores. No seré yo quien defienda al partido de las checas y los miles de asesinados por orden de Companys, pero si hay que dirimir quién es capaz de cometer más traiciones por minuto tengo la impresión de que los hasta ahora socios deben estar a la par. Eso sí, dice que ellos lo querían arreglar, que han hecho una propuesta en la que bajan mucho sus exigencias y que Aragonés ni les ha contestado. Vamos, que están dolidos. Muy dolidos. Lloran por los rincones, como aquella Zarzamora, ellos que se reían y presumían de que partían los corazones.
Está claro que son lágrimas de convergente o, lo que es lo mismo, lágrimas de un cocodrilo al que los años, los escándalos, un inexistente nivel intelectual y moral acompañado todo de una tremenda y desproporcionada ambición les ha mellado la dentadura otrora mortífera, pero actualmente carcomida y mellada.