Alberto Ayala-EL Correo
Euskadi votó estabilidad. La cita con las urnas se salda con un cambio de ciclo electoral, que no político. El nuevo candidato a lehendakari del PNV, Imanol Pradales, un desconocido, podrá coger el testigo de Iñigo Urkullu y gobernar en coalición con un PSE decisivo y en alza, pese a quedar muy lejos de sus resultados de 2020, pese a su victoria en Bizkaia. Y es que EH Bildu, confirmando las expectativas, obtuvo los mismos escaños que los jeltzales -subiendo seis parlamentarios mientras los de Ortuzar perdían cuatro- y quedándose a apenas 30.000 votos, además de imponerse en Álava y en Gipuzkoa.
Sentado lo anterior, creo que el PNV, y en menor medida pero también el PSE, cometerían un grave error si piensan que con la más que previsible reedición de su coalición pueden dejar atrás sin más el susto con el que afrontaban el 21-A. No. El electorado castigó ayer a los jeltzales -como lo hizo en anteriores elecciones- por muchas cosas. Por su mala gestión en Osakidetza, en especial en Álava y en las ofertas públicas de empleo. También porque algunos de los suyos han protagonizado el mayor escándalo de corrupción de los últimos años, el llamado ‘caso De Miguel’, que tiene entre rejas a varios exburukides y cargos. O en vivienda, donde se hacen pisos pero no existe una política agresiva para empezar a resolver el problema. Igualmente por la creciente sensación de inseguridad.
Si los ciudadanos no perciben cambios reales en los próximos años, los peneuvistas seguirán en el alambre y quien se arriesga termina por caer. Y es que un número significativo de jóvenes que ayer votaron por primera vez se inclinaron por la izquierda abertzale. No digamos ya si Pello Otxandiano y/o Arnaldo Otegi rompen temores a eventuales rebeliones internas, califican de terrorismo lo que hizo ETA y condenan su barbarie sin dobleces. Por supuesto que casi todos llamamos dictador a Franco. Sabemos que los GAL fue terrorismo de Estado. Y repudiamos torturas y muertes perpetradas por miembros de las fuerzas de seguridad del Estado.
PSE, Pedro Sánchez, Vox y, en menor medida, el PP pueden sentirse muy moderadamente satisfechos, pese a que las dos fuerzas abertzales lograron más del 67 de las papeletas, su segunda mejor marca desde 1986. Los socialistas porque, a diferencia del PNV, el electorado premió levemente su quehacer en el Gobierno vasco con dos escaños más. Sánchez porque, de momento, nada grave se va a mover en Madrid a la espera de Cataluña. Vox porque mantiene su escaño alavés y el PP porque, al menos, logra un asiento más. Paupérrimo resultado para las prisas de Feijóo.
Queda por comprobar si la mayoría que tendrán las izquierdas en el nuevo Parlamento, pese al descalabro de la izquierda confederal por sus guerras fratricidas -sólo Sumar ha logrado un parlamentario por Álava- se traducirá en hechos. Otro tanto cabe decir con la mayoría soberanista. EH Bildu ha anunciado que quiere un pronuncimiento sobre el nuevos estatus en un año. Veremos si lo logra y hasta dónde le acompaña o no el PNV.