Las cosas no son tan sencillas

IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

  • Se ha dado a la máquina del gasto con tal fruición que la deuda está disparada. Solo se puede ir más allá si no se piensa en el futuro

En la Conferencia de Presidentes celebrada el pasado fin de semana las comunidades del PP presionaron a Pedro Sánchez, quien aceptó, para que realizara una rebaja de impuestos con carácter inmediato. La medida concitará el contento general. Tal y como están las cosas, con una inflación desbocada, el consumo se encarece y la situación aprieta a las familias. Y lo que queda por llegar, que no será poco… Mientras tanto, el Estado sigue ingresando de manera creciente por culpa, o gracias, a que muchos de los impuestos que maneja se aplican de manera proporcional a los precios de la energía, que suben sin parar. Por eso no parece lógico que él aumente sus ingresos mientras los ciudadanos ven cómo merman los suyos a un ritmo frenético.

De acuerdo, pero las cosas no son tan sencillas. Si el Estado baja los impuestos y reduce sus ingresos, solo caben dos posibilidades: una es que reduzca sus gastos de manera similar y la otra es seguir con el aumento del déficit. Una tarea en la que somos auténticas referencias mundiales. Esto de reducir los gastos cuenta con muy pocos adeptos, dado el enorme número de beneficiarios. Aun así, hay mucho dinero público que se despilfarra. Nunca se ha hecho un análisis serio del coste/beneficio de los gastos del Estado. No se ha hecho porque sea innecesario, que no lo es, ni porque sea técnicamente difícil. No se ha hecho porque ninguno de quienes lo manejan están dispuestos a exponer al público sus vergüenzas. No se hace porque el análisis del gasto lo tienen que impulsar quienes lo disfrutan y ninguno está dispuesto a renunciar a ese disfrute.

Fuera de ese entorno, organismos como el IEE ha calculado que hay 60.000 millones de euros que se despilfarran. Es mucho dinero, y a mí me da que el calculo no es nada exagerado. Quizás sea demasiado prudente. Pero, en cualquier caso, ¿por qué no se hace, lo comprobamos y salimos de dudas?

La alternativa, que consiste en aumentar el déficit, habría que analizarla con cuidado y siempre después de racionalizar el gasto. Partimos de una situación mala. Le hemos dado a la máquina del gasto con una fruición tal que hemos disparado la deuda. ¿Podemos ir más allá? Sí, pero solo si no pensamos en el futuro, despreciamos nuestra estabilidad financiera y pasamos de Europa, que hace dos semanas pedía la vuelta a la ortodoxia presupuestaria. De Europa, pero no del BCE, que tendría que seguir soportando nuestras emisiones.