IÑAKI EZKERRA-EL CORREO
- Algo se está haciendo mal cuando hay tantos casos de anorexia entre los menores
Es la última bronca en la que anda metida Irene Montero: esa campaña que reivindica el derecho de las gordas a ir a la playa sin que nadie se meta con ellas, y que ha tenido una furibunda respuesta en las redes sociales. Leo los lemas de la polémica -«Todos los cuerpos son válidos», «El verano también es nuestro»…- y no acabo de ver la causa de tanta indignación. Me atrevería incluso a decir que, por una vez en la vida, sale una idea cabal de ese ministerio que cuenta con un presupuesto ciertamente ofensivo y del que hasta ahora sólo he visto brotar ocurrencias extravagantes y memas como el trabalenguas de «las niñas, niños y niñes».
No. No es que las señoras de aspecto rollizo tuvieran prohibido el acceso a las playas y que le deban a la Montera el levantamiento de esa prohibición. Pero sí es verdad que son víctimas de miradas burlonas y comentarios hirientes que no despiertan los hombres que desafían los mismos cánones estéticos. No sé cuántas veces he oído yo de un tipejo que se cree ocurrente y hasta finolis ese zafio tópico de que «las gordas deberían abstenerse de mostrar en público sus carnes y sus celulitis». No sé cuántas veces he comprobado que quien se permite esa clase de frases no es exactamente un Adonis ni un Petronio para que sus ojos reclamen tanta hermosura y elegancia. No sé cuántas veces he observado que las más crueles son otras mujeres. Para colmo, esa ausencia de piedad se siente legitimada por una época que rinde un desmesurado culto a la belleza y a la delgadez femeninas así como a la salud y al deporte en general.
Algo se está haciendo mal cuando hay tantos casos de anorexia en la población infantil. Y no me refiero a las campañas oficiales contra la obesidad o a favor de una alimentación sana. Pero precisamente porque hay esas necesarias campañas resulta también necesario proteger a las personas que no han podido o no han sabido sustraerse de esas mórbidas tendencias y esos malos hábitos. Una cosa es luchar contra la obesidad y otra luchar contra las obesas. Como hay gente poco sutil que no entiende esas diferencias básicas, tiene todo el sentido del mundo, no la reivindicación de un derecho que nadie cuestiona, como el de las mujeres con sobrepeso a ir a la playa, sino una campaña que haga pedagogía social sobre el respeto que merecen esas personas.
Montero exagera cuando habla de «odio a las gordas». Yo odio, lo que se dice odio, no he visto, pero sí un menosprecio que nace del rechazo al diferente. Yo es que estoy tan de acuerdo con la campaña de Montero que no me quedaría en las mujeres que son diferentes por los michelines, sino que la haría extensible a todos los que son diferentes por sus ideas. A todos y todas.