Las ideas tienen consecuencias

ABC 10/03/16 – PABLO CASADO BLANCO

· «Da igual que sea en Caracas o en Madrid, el populismo juega con las pasiones, ilusiones e ideales de la gente para prometer lo que es imposible, dejando fuera absolutamente toda la razón y la lógica en la toma de decisiones».

Hay quien dice que Occidente nace sobre tres colinas: la de la Acrópolis, la del Gólgota y la del Capitolio. A Grecia le debemos su filosofía, que sigue estructurando nuestro pensamiento, al cristianismo le debemos el sustrato ideológico y ético sobre el que está construida nuestra sociedad, y a Roma le debemos el esquema jurídico sobre el que se construye nuestra e st r uctura i nsti tuci onal. Precisamente en la capital italiana asistiremos esta tarde a la entrega del premio FAES de la Libertad a Giovanni Sartori, uno de los máximos exponentes de la defensa de las instituciones democráticas, como garantes imprescindibles de la libertad.

Con una anticipación que hoy se revela casi profética, Giovanni Sartori asume desde hace años la necesidad de salir en defensa de la democracia representativa, frente a las nuevas tendencias asamblearias que surgieron después. Como su paisano florentino Maquiavelo, su filosofía es también fruto del realismo político y de la experiencia, consciente de que la democracia se construye en la cuerda floja entre el ideal y la realidad, entre el ser y el deber ser. Un equilibrio continuo en el que, lejos de chamanes que prometen el cielo en la Tierra, Sartori se ha reivindicado siempre como un firme defensor de la «democracia imperfecta».

La combinación de una grave crisis económica y los desafíos que en los últimos tiempos afronta la democracia representativa ha provocado el fortalecimiento de opciones que buscan enfrentar los deseos del pueblo a las instituciones políticas como realidades irreconciliables. Da igual que sea en Caracas o en Madrid, el populismo juega con las pasiones, ilusiones e ideales de la gente para prometer lo que es imposible, dejando fuera absolutamente toda la razón y la lógica en la toma de decisiones. Algo que, como dice el profesor Sartori a principios de los años noventa, no dista mucho del planteamiento comunista que sorprendentemente sobrevive bajo los escombros del Telón de Acero.

Frente a amenazas populistas o nacionalistas, las instituciones se convierten en la garantía última de la libertad frente a la tiranía de las masas. Por eso, su defensa se transforma en una prioridad, sobre todo con la palabra, esa palabra que es capaz de sacudir toda la estructura del gobierno y puede ser más poderosa que diez divisiones militares, según decía Havel.

De ahí la importancia que da Sartori a la comunicación política en su premonitorio «homovidens», con el que alerta hace dos décadas de los efectos políticos de una televisión que acabaría trasladando el Parlamento al plató, o viceversa, como vimos la pasada semana en nuestro debate de investidura. Sartori acuña el concepto de «videopolítica» con una carga puramente emocional con la que las personas empiezan a pensar con los ojos. Una tormenta perfecta para el populismo, pero también un reto para los defensores de la libertad, que no podemos estar ausentes de ese espacio mediático para dar la batalla de las ideas, como él mismo hacía en horario de máxima audiencia.

Sartori tiene la valentía de afrontar la realidad, sabiendo que no ver, o no querer ver, nos impide afrontarla. En pleno debate sobre la política de inmigración comunitaria, resulta especialmente valiosa su firme crítica al multiculturalismo por promover identidades separadas que configuran una sociedad de compartimentos estancos, que se vuelven hostiles entre sí, sin capacidad ni deseo de integración. Y que además destruyen paradójicamente el pluralismo con el que deliberadamente intentan confundirlos los populistas, iniciando lo que Vargas Llosa denomina «el camino de la autodestrucción de la democracia».

Giovanni Sartori es un firme defensor de que sólo se puede hacer política desde las ideas y desde las convicciones profundas, y de que los grandes principios políticos emanan de la filosofía. Su pluma y su voz han ido adelantando asuntos claves de la sociedad y de la política de nuestro tiempo, han representado un inquebrantable compromiso con la libertad y han demostrado que, hoy más que nunca, las ideas tienen consecuencias.

PABLO CASADO BLANCO, VICESECRETARIO GENERAL DE COMUNICACIÓN DEL PARTIDO POPULAR