Las inmaculadas calles

ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 24/07/16

Arcadi Espada
Arcadi Espada

· Mi liberada: Hace unos días fui a visitar los jardines de la casa Muñoz, en nuestro barrio. Han recuperado la traza original que les dio Forestier y resultan un espacio acogedor, aunque encajonado entre los edificios colindantes. En la puerta puede leerse Fundació Julio Muñoz Ramonet. Ajuntamentde Barcelona. El franquista y estraperlista de aúpa: En el cielo manda Dios y en la tierra los Muñoz se cantaba en los tiempos del cuplé y la penicilina. Muñoz donó su casa y su colección de arte al ayuntamiento y éste la exhibe hoy con énfasis.

Este mismo viernes, y por medio de su pisarello, la alcaldesa Colau anunció su intención de llevar al trastero una escultura que Juan Antonio Samaranch donó al Ayuntamiento, porque está contaminada de su dador. El pisarello detalló que de Samaranch había aflorado su «cara declaradamente franquista» y que su lugar no estaba «en los espacios representativos de este Ayuntamiento».

Ada Colau condena la memoria de Samaranch porque solo les dejó una escultura en forma de bolsa de deportes: otro gallo le hubiera hecho cantar al pisarello si el gran hombre hubiese donado su colección de dibujos. Los regidores no advierten contaminación alguna en Muñoz. La lección está clara. La condena de la memoria (la damnatio memoriae) puede eludirse: sólo depende de lo que estés dispuesto a pagar. Aunque Muñoz no deja de ser un ejemplo modesto. El gran reto de la astringente memoria Colau será ver qué hace con los honores exhibidos en Barcelona a Francesc Cambó: monumentos, avenidas y su gran legado artístico. Cambó fue, naturalmente, uno de los grandes patricios del catalanismo. Pero lo que debía interesarle a Colau y a su condenada memoria es el dinero que, como catalanista y sin dejar un solo momento de ser catalanista, puso a disposición de Franco para ayudarle a ganar la guerra civil.

El dinero a disposición de los golpistas de Franco resurge con irónica belleza en la última operación de condena decretada en Madrid por la alcaldesa Carmena. La comisión ad hoc que preside Francisca Sauquillo ha propuesto 27 cambios en el callejero. En la relación hay muchos asuntos interesantes. La historia es difícil. La historia moral es dificilísima. Fíjate, mi liberada, si es que has conseguido llegar hasta aquí, en el nombre de Juan Pujol. Fue un periodista importante, un gran corresponsal de guerra en Abc, al que Fernández Flórez, que era un agudísimo crítico, puso como ejemplo de narrador. De Pujol habla también Augusto Assía en el capítulo Los corresponsales en el extranjero de la Enciclopedia del periodismo.

Este párrafo: «Julio Camba, Gaziel, Ramiro de Maeztu, Salvador de Madariaga, Eugenio Xammar, Ramón Pérez de Ayala, Juan Pujol, Corpus Barga, Manuel Aznar, José Pla, Fernando Ortiz Echagüe constituyeron el más extraordinario plantel de corresponsales que, a la vuelta de la primera guerra mundial, poseía país europeo alguno». Observa al lado de quién está Pujol en el párrafo de Assía. Sí, Corpus Barga, otro gran periodista y autor de unas memorias, en especial su primer volumen, maravillosas. Corpus tomará posesión de la que hoy es la pintoresca plaza Juan Pujol, en Malasaña. Está bien así. Un rato cada uno. Se me ocurre que la comisión podría haber inventado el lapidario rotativo. Diez años, o mejor los 15 de la generación orteguiana, para cada uno. Ahora todo es digital y ya no hay que hacer tarjetas ni tarjetones ni sobres ni los Saluda que tanto gustan en Madrid. Ahora 15 años Corpus. Luego Gaziel. Luego Aznar. Luego Camba.

El castigo a Pujol es interesante, sobre todo, por otra cuestión. La cuestión es Juan March, el financiador principal de la rebelión franquista. Pujol trabajó para él, estrechamente. March no tiene calle en Madrid. Pero tiene una fundación. A diferencia de otras fundaciones de onomástica delicada, la Fundación Francisco Franco, sin ir más lejos, la Fundación March está honorablemente cosida al establishment. He visto que un Ernesto Moreno rescata en la web Drugstore un párrafo pasmoso (bueno, pasmoso: meramente socialdemócrata) de un editorial de 1980 del diario El País: «Esta fundación, que ahora vuelve la vista atrás, hace balance y puede enaltecerse de la densidad y calidad del trabajo realizado, que con toda seguridad hará pervivir el nombre de su fundador más allá de cualquier leyenda, de cualquier mito o polémica». Eso es. Repítelo conmigo despacito, el sic ya lo pongo yo: «…hará pervivir el nombre de su fundador más allá de cualquier leyenda [sic], de cualquier mito [sic], de cualquier polémica [sic, sic]. El País atina. Solo se trata de eso. De comprar la memoria. A Juan Pujol, el cortesano, no le alcanza.

En la lista de la comisión hay muchos más intersticios en los que fijarse. Te gustará saber que el teniente Castillo tendrá calle. Es pedagógico observar que si esa víctima del terrorismo fascista ha pasado las aduanas de la memoria se debe al asesinato que se ha interpretado como su réplica: el de José Calvo Sotelo, diputado de la derecha, víctima del terrorismo socialista pocas horas después del asesinato del teniente. Esta secuencia especular de la historia española la quebró el franquismo cuando llenó las calles de placas alusivas a Calvo Sotelo (la de Barcelona la sustituyó el alcalde Serra por la de Francesc Macià, golpista delirante, y por esas dos razones presidente de la Generalidad), sin que la memoria del teniente se evocara en lugar público.

Ahora hay en Madrid una oportunidad de corregir la práctica simétrica. Si bien es verdad que Tierno Galván mandó quitar el Paseo Calvo Sotelo, sobrevive una mínima calle Calvo Sotelo (producto de la incorporación de Aravaca a la municipalidad de Madrid) en un margen de la carretera de La Coruña. Será interesante ver qué hacen con la calle la comisión y la alcaldesa. Otro añico del mismo espejo está en la propuesta de quitarle calle a Millán Astray y dársela a la Inteligencia, una tierna pompa que recuerda los días prometeicos en que se daban honores a la Electricidad. Se le quita la calle al militarote para que su faz feroz y tuerta no asuste a los niños, pero ahí queda oblicua su invectiva: el ¡Muera la inteligencia! que le espetó al viejo, valiente y digno Miguel de Unamuno. En ese caso la operación Castillo no ha podido practicarse, porque al parecer, con la ley de Memoria Histórica en la mano, ¡Unamuno no puede tener una calle! por su apoyo de primera hora al golpe militar.

La farsa principal de este cuento lapidario, tan hipócrita, es que se haga en nombre de La Memoria. Cuando se hace en nombre de La Bondad. De lo que se entendía por La Bondad en las primeras décadas españolas del siglo veintiuno después de Cristo.

Y tú, tú sigue ciega tu camino.

ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 24/07/16