Se ha hecho una campaña por la que en cualquier país de la UE ya se estarían buscando consecuencias penales. Ha habido un alarde de impunidad por la que no se van a dirimir responsabilidades pues se acaba de sentar un inquietante precedente. Se ha celebrado hasta «la habilidad» de Garzón para chotearse del Supremo.
Siempre que veo a un procesado desafiando a los jueces que han de juzgarle, pienso en lo importante, lo pedagógico, lo fundamental que será el momento en que se le bajen los humos, en que se escenifique el cumplimiento de la Justicia. Y es que ese cumplimiento a secas no basta. Es precisa su escenificación de la misma manera que el desafiante ha hecho lo posible para escenificar su desafío. Las lágrimas de Garzón son, de este modo, terapéuticamente democráticas porque son la mínima respuesta que debía recibir la insolencia con la que le hemos visto a este hombre torear al Estado de derecho, reírse de él, chulearle, buscar triquiñuelas legales para esquivar y dificultar y dilatar la labor del juez Varela. Aquí es que se ha llegado a linchar pública y moralmente a Varela, aparte de negarle su ideología y biografía progresistas en una operación de estalinismo puro. Aquí es que las lágrimas de Garzón se quedan cortitas. Aquí han dicho cosas políticos, ministros, sindicalistas, periodistas, actores y jubilados de la judicatura que son de juzgado de guardia. Aquí se ha hecho una campaña por la que en cualquier país de la UE ya se estarían buscando consecuencias penales tanto para quien la ha llevado a cabo como para quien la ha inspirado. Aquí ha habido un alarde, una fiesta, una orgía de impunidad por la que no se van a dirimir nunca responsabilidades para nuestra desgracia pues se acaba de sentar un inquietante precedente. Aquí ha habido hasta quien ha celebrado «la habilidad» y la «inteligencia» de Garzón para chotearse del Supremo.
Iñaki Ezkerra, EL CORREO, 17/5/2010