Esta novela refiere hechos que ocurrieron entre los años 1609 y 1612 en las diócesis de Bayona y de Pamplona, divididas ambas por la linde pirenaica: hechos de cariz aterrador cuyas víctimas fueron las respectivas poblaciones de vascos, navarros y guipuzcoanos. Allende los montes, la actoría del terror la propició el monarca francés Henri IV, merced a una comisión que envió al Labourd. El terror en la parte española estuvo a cargo de la Inquisición quien, a la hora de ajusticiar, pasó los trastos al monarca español Felipe III.
Tanto al norte como al sur de los montes lo que se persiguió fue una supuesta brujería en connivencia con el diablo, siendo alrededor de ochenta personas públicamente ahorcadas y quemadas en el Labourd. En Logroño se procesaron y quemaron vivas a seis personas de Zugarramurdi pero otras trece ya habían fallecido en las mazmorras.
El inquisidor Alonso Salazar aseguró con pruebas fehacientes tras investigar sobre el terreno durante ocho meses que todo había sido un inmenso error. Y con ímprobo esfuerzo logró que el Santo Oficio de la Inquisición revisara el proceso aviniéndose a las críticas de Salazar y prohibiendo en lo sucesivo la quema de brujos. Esto sucedió en 1614 mientras Europa se convertía durante una centuria más en un inmenso quemadero de brujas.