PEDRO CHACÓN-EL CORREO

  • El museo, símbolo de la sociedad abierta, que dijo Urkullu en su reciente discurso, nació entre el asesinato de Miguel Ángel Blanco y el Pacto de Lizarra

En estos 25 años del Museo Guggenheim de Bilbao, que se han cumplido ahora, ha habido exposiciones con los motivos más variopintos y siempre interesantes a tenor de su enorme éxito. Las ha habido de coches y de motos y de muchos artefactos más, pero echando un somero vistazo a las mismas no he visto ninguna exposición sobre maletas. Y creo que habría sido un buen motivo, dadas las tendencias artísticas de hoy. Maletas de cuerdas, de cartón, de madera, de aquellas de polipiel o de ‘skay’, como se decía entonces, cuando todavía estaba la fábrica de Ceplástica de Basauri que lo producía. Luego vinieron las maletas de ruedas, para transportarlas mejor.

Los políticos son especialistas supremos en ofrecernos una realidad paralela. El discurso del lehendakari Urkullu con motivo del 25 aniversario del Guggenheim así lo fue, a mi parecer. Sí, hubo enemigos del proyecto, y el asesinato del ertzaina Txema Agirre es su ejemplo, como se recordó. Pero esa sociedad abierta que proponía el lehendakari en su discurso habría requerido una visión más amplia para darnos cuenta de la realidad de entonces y de ahora. Y la maleta podría ser su metáfora perfecta.

El museo se inauguró el 18 de octubre de 1997 por el rey Juan Carlos I y la reina Sofía. El otro día, en el 25 aniversario, ni rastro de la presencia de la Casa Real. En aquella fecha, hacía tres meses que ETA había asesinado a Miguel Ángel Blanco, lo cual produjo una convulsión social que puso a la defensiva al nacionalismo y que dio como resultado el Pacto de Lizarra, firmado el 12 de septiembre de 1998, apenas un año después de la inauguración del museo. En aquel pacto, suscrito por todas las fuerzas nacionalistas y algunas no nacionalistas, se dieron por finiquitados los acuerdos de Ajuria Enea para hacer frente al terrorismo y, sobre todo, se venía a afirmar que el Estatuto de Autonomía de Gernika había muerto. El mismo Estatuto al que hoy se le siguen sacando competencias y que sigue en perfecto vigor.

También trajo como resultado una tregua de ETA, hubo elecciones el 25 de octubre de 1998 y el candidato del PNV, Juan José Ibarretxe, alcanzó el poder gracias al acuerdo con EA y la izquierda abertzale. El asesinato de Miguel Angel Blanco acabó de convencerles para llegar a un frente nacional por la autodeterminación, designio de su líder carismático de entonces, Xabier Arzalluz, pero que ya se venía preparando desde las conversaciones de Elkarri de unos años atrás, organizadas por el hoy mano derecha de Urkullu, Jonan Fernández. De modo que el Guggenheim, símbolo de la sociedad abierta, que dijo Urkullu en su discurso, nació entre el asesinato de Miguel Ángel Blanco y la firma del Pacto de Lizarra.

El autor de la metáfora de la maleta fue José María Aznar, que venía siendo presidente del Gobierno desde las elecciones generales de 1996 y que, en un discurso con motivo de las autonómicas vascas de 1998, pronunciado en lo que entonces era la Feria de Muestras de Bilbao, dijo que «aquí nadie va a hacer las maletas ni nadie va a conseguir que haya un ciudadano vasco sin libertad». Tenía algún motivo para decir eso: desde la inauguración del Guggenheim hasta la firma de Lizarra, ETA había asesinado, entre otros, a José Luis Caso, José Ignacio Iruretagoyena, Alberto Jiménez Becerril y su mujer y a Manuel Zamarreño, todos del PP.

Pero a Arzalluz solo le importó lo de la maleta y erigido en principal estandarte del nacionalismo vasco, como ya hizo anulando los efectos del asesinato de Miguel Ángel Blanco, supo darle la vuelta: estuvo utilizando el tema de la maleta hasta las elecciones generales del 12 de marzo de 2000, cuando en la precampaña de las mismas seguía diciendo que no olvidaría «las calumnias y el mensaje de las maletas». Para entonces ETA ya había roto la tregua y había asesinado a un militar, a otro ertzaina y a Fernando Buesa.

La imagen contra la maleta fue asumida también entonces por la izquierda abertzale -es sabido que Otegi siempre fue muy de Arzalluz- y hasta hoy mismo: para la campaña contra el 12 de octubre de este año han pegado pasquines con la imagen de un guardia civil de espaldas y con una maleta al lado bajo el lema «Alde hemendik». La izquierda abertzale, en 1998, en respuesta a la maleta de Aznar, ya dijo que «aquí solo tendrán que hacer las maletas las fuerzas de ocupación». 24 años después siguen en lo mismo. Mientras tanto, el Estatuto se mantiene en vigor y EH Bildu apoya al Gobierno de Sánchez para traer a los presos de ETA que luego el Gobierno de Urkullu, con las competencias de prisiones, va poniendo en tercer grado. El mismo Urkullu que acaba de recordar, en el discurso del 25 aniversario del Guggenheim, ataviado con la pajarita de rigor, «el sufrimiento causado por la intolerancia y el fanatismo» en Euskadi y en otros lugares.