Las mentiras de Johnson y Farage indignan a las islas británicas

EL MUNDO – 26/06/16

· Los líderes del ‘Brexit’ admiten graves falacias en la campaña y los europeístas se movilizan a favor de otro referéndum.

Horas después del triunfo del Brexit, sus defensores han reconocido que algunas de sus promesas de campaña –como el fin de la «libertad de movimientos» para reducir la inmigración o la desviación de 430 millones de euros semanales a la Seguridad Social– no van a poder cumplirse con la salida de la UE. El reconocimiento entre dientes y la sensación de incertidumbre total que se respira en el país han provocado lo que ya se ha bautizado como el Bregret: el arrepentimiento por la ruptura con Europa. La franca admisión de Farage («yo no hice esa promesa; la hicieron Boris y la campaña de VoteLeave») ha sacado a la luz las manipulaciones y subterfugios del Brexit. La segunda falacia de VoteLeave se refiere al asunto más palpitante de la campaña: la inmigración.

La cadena de televisión ITV fue la primera en captar ese fenómeno incipiente, que corre como la espuma con el hashtag #Bregret en las redes sociales. Mandy Suthi, estudiante e hijo de inmigrantes indios, afirma que si tuviera ocasión de volver a votar lo haría por la permanencia en vez de por la salida, tras comprobar que los peores presagios «se están haciendo realidad».

Decenas de votantes llamaron a la Comisión Electoral el mismo viernes para preguntar si podían cambiar su voto y reconocer que habían optado por la opción Leave en señal de protesta, pero con la certidumbre de que el Reino Unido se iba a quedar dentro de la UE, según informó The Independent. Khembe Gibbons, una socorrista de Suffolk, admitió que se sentía estafada tras escuchar cómo Nigel Farage, el líder nacionalista del Ukip, reconocía que había sido un «error» prometer que los 350 millones de libras (430 millones de euros) de aportación semanal al presupuesto de la UE se iban a «desviar» para financiar la sanidad pública.

«Nos hemos ido de la UE, David Cameron ha dimitido, nos hemos quedado con Boris [Johnson], y Nigel [Farage] admite ahora que la promesa del NHS [Servicio Nacional de Salud] era una mentira», escribió Gibbons en su cuenta de Twitter. «Voté a favor de la salida porque me creí esas mentiras, y ahora me arrepiento más que nunca. Me siento como si hubieran robado mi voto».

La confesión de Farage («yo no hice esa promesa; la hicieron Boris y la campaña de VoteLeave») ha sacado a luz los subterfugios del Brexit. El propio líder del Partido de la Independencia del Reino Unido (Ukip), que recorrió el país con su campaña paralela Leave.eu, admite a estas alturas que la cifra mítica de 350 millones de libras semanales es además incorrecta.

La cifra usada por Boris Johnson y pintada en números gigantes en su autobús de campaña corresponde a la aportación bruta y previa al reembolso de la UE. El Reino Unido contribuye anualmente con 17.800 millones de libras (22.000 millones de euros). La aportación neta ronda más bien los 300 millones de euros a la semana, aunque según estimaciones de Infacts podría ser al final de 140 millones de euros a la semana o 21 millones al día. Repartido entre la población británica, tocarían a 26 peniques diarios: menos de la mitad de lo que vale una barrita de Mars…

La segunda mentira de la campaña de VoteLeave tiene que ver con el tema que más movilizó a los votantes: la inmigración. Otra de las promesas-bandera de Boris Johnson fue asumir el «control de las fronteras» y acabar con la libertad de movimientos de la UE.

En un tensa entrevista en el programa Newsnight de la BBC, el eurodiputado conservador Daniel Hannan reconoció que si el Reino Unido quiere seguir teniendo acceso al mercado único, sin estar dentro de la UE, deberá seguir permitiendo aún la entrada en el país de los trabajadores europeos, como ocurre actualmente con Noruega. Hannan admitió que después de estos tres meses de agonía sobre la inmigración, la gente ha podido llegar a creer que un voto por la salida era un voto para acabar con la libertad de movimientos. «Francamente, la gente que pensara que estar fuera de la UE equivale a un nivel cero de inmigración se va sentir decepcionada», reconoció el eurodiputado.

Así la cosas, las dos principales acusaciones contra la campaña del Brexit recaen sobre los hombros del principal candidato a la sucesión de David Cameron, su correligionario y archirrival Boris Johnson, que en su etapa de periodista y corresponsal en Bruselas también tuvo una relación tangencial con la verdad (a decir de quienes le conocieron de cerca).

Tras la dimisión de Cameron, Johnson celebró el Brexit como una «gloriosa oportunidad», pero no fue capaz de esbozar su plan B ni de aplacar la preocupación creciente –incluso entre las filas conservadoras– ante la posibilidad de verle coronado como nuevo primer ministro. El ex alcalde de Londres, que culminó su doble mandato en mayo con un alto nivel de popularidad, ya tuvo un primer presagio de lo que espera cuando la policía tuvo que protegerle el viernes de la masa enfurecida de manifestantes que se congregó a la puerta su casa y le gritaron «¡culpable!» por su generosa contribución al Brexit.

«¡Parad a Johnson!». Ésa es la consigna interna que resuena también en las últimas horas dentro del Partido Conservador, tan fragmentado como la crisis de Maastricht que provocó la fractura y la creación del Ukip hace 25 años. La posibilidad de un entendimiento entre la mitad euroescéptica y la mitad proeuropea del partido, después de la crispación causada por la campaña, es cada vez más remota.

Un figura emerge, sin embargo, como la posible unificadora de las dos facciones: la secretaria de Interior Theresa May. Conocida como la nueva Dama de Hierro, tiene a sus espaldas un notable bagaje euroescéptico. Con su voto estuvo especulando durante meses, pero al final se alineó con Cameron por la permanencia por lealtad personal y por prudencia.

May tuvo un papel secundario durante el referéndum y eso ha beneficiado sus aspiraciones en un mano a mano con George Osborne, el secretario del Tesoro, considerado como el delfín de Cameron, que salió muy tocado del último presupuesto y ha seguido bajando enteros durante la campaña. El ministro de Justicia, Michael Gove, auténtico cerebro de la campaña VoteLeave, suena también en las quinielas, pero su excesiva vinculación a Boris Johnson barre en su contra.

La secretaria de Estado de Cultura, Nicky Morgan (que apoyó la permanencia), y las secretarias de Estado de Energía (Andrea Ladson) y Trabajo (Priti Patel) podrían también competir por la nominación a nuevo líder del Partido Conservador. El Comité 1922, que reúne a los parlamentarios tories, barajará los nombres hasta dejarlos en dos aspirantes. Los 150.000 miembros del partido votarán y la coronación será del 2 al 5 de octubre en la conferencia de Birmingham, donde David Cameron cederá el testigo al nuevo inquilino o inquilina de Downing Street.

EL MUNDO – 26/06/16